Cuando oí por primera vez hablar de que había un premio
sobre valores, tuve la misma sensación de sorpresa y alegría, de quien
encuentra una flor exótica en medio de un desierto. (1)
Efectivamente, es muy poco frecuente oír hablar de
valores. Y cuando se hace, suele ser invocándolos como entes abstractos
normativos que casi nadie se preocupa de verificar si y cómo tienen lugar en la
realidad. De hecho, el predominio de la mentalidad y las prácticas burocráticas
de dirección en las organizaciones públicas y privadas, ha confinado estas
realidades en el terreno de las declaraciones abstractas – como pueden leerse
en documentos programáticos de grandes organizaciones. En estas declaraciones
pueden verse proclamados los valores más progresistas, sin riesgo de que nadie
pueda exigir su congruencia con las prácticas. Y de todo ello, no se habla.
Sin embargo, un diagnóstico bastante aproximado de casi
todas las crisis que sufrimos radica en estas incongruencias entre los
comportamientos prácticos y los valores que se predican por sus actores.
Avanzar sobre esta situación, requiere empezar por
hablar sobre valores. Para mucha gente esta es una palabra vacía, que no saben
encontrar en las realidades que viven. Esto dificulta convocarlas o pedirles
que convoquen a otros a una reunión donde se premian unas entidades/personas en
función de unos valores. Hace falta mucha pedagogía desde una congruencia mayor que la habitual.
En este sentido, un evento como el de premiar por
valores es una buena oportunidad para inaugurar un proceso de cambio en una
organización. Y esto, a condición de que el acto de configure como un hito de
un proceso de diálogo, clarificación y
traducción en prácticas habituales de los valores que se decide que configuren
el funcionamiento de la organización.
En las organizaciones políticas, la cada vez mayor
visibilidad de los comportamientos políticos, va indicando que la clave de la sostenibilidad de los resultados
políticos radica en “ejemplificar los
valores que se predican” y que, a sensu contrario, la desafección viene generada por la incongruencia entre las prácticas
políticas y los valores que se predican.
La revitalización de la organización socialista tiene
que venir apoyada en el aprendizaje (o reaprendizaje, según se mire) de unas
prácticas de interacción entre los actores políticos del tipo de construir
consensos, formar militantes y votantes para el autogobierno y no la sumisión
(“empoderar”) empezando por clarificar y priorizar los propio valores,
elaborar/comunicar la política de abajo arriba, y algunos más.
A esto obedecen iniciativas como un enriquecimiento de
la estructura del partido que con equipos de barrio y sección electoral
reconstruyan las redes de la comunidad socialista, identificando y acompañando
con servicios políticos a los votantes actuales y potenciales y a sus líderes
de opinión, y como el desarrollo de la autonomía de los votantes en la
clarificación de sus valores, a través de “el barrio/municipio que vivimos” y
su contraste con “el barrio/municipio que queremos” basándose en las propias
vivencias sobre la mejora/desmejora de su calidad de vida.
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(1) Me refiero a la convocatoria de los 17 Premios "La Ciutat del Valors.El Valors de la Ciutat, por los socialistas de la ciudad de Valencia, el próximo jueves 17 de enero, en el Palau de la Musica.
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