MEJORA DE LA EFICACIA DE UNA ORGANIZACIÓN
POLÍTICA APROVECHANDO EN EL ENTRENAMIENTO A “BUENOS PRÁCTICOS REFLEXIVOS”
Prácticas políticas
y buenos prácticos
En
estos años he tenido la oportunidad de conocer y trabajar con políticos en cargos
públicos, generalmente alcaldes, que, siguiendo una jerga habitual en las
ciencias sociales, podíamos denominar como “casos desviados”. Se trata de
personas en los que puede observarse unos comportamientos
que se “desvían” de los que son normales en otros compañeros de su propio
partido en posiciones similares. La otra característica distintiva es que suelen conseguir unos resultados políticos
– votos, fondos, voluntarios –mejores de lo normal en el resto de la
organización.
Teniendo
en cuenta la naturaleza del trabajo político, parece lógico pensar que en estos
“casos desviados” se encuentra un potencial
de enriquecimiento de resultados que los partidos no aprovechan, salvo
aquellos, no en nuestro país, que han descubierto y explotan este potencial. Generalmente,
estos políticos “desviados” son relevados sin asegurar que su experiencia se
conserva y utiliza. En el mejor de los casos, para la persona, se le premia con
un puesto “superior”- diputado, por ejemplo – donde aporta poco y se aburre
mucho.
No
resulta realista esperar que de la organización salgan iniciativas para superar
esta situación. No vamos a detenernos en analizar las causas y si podría haber
alguna estrategia para remontarlas, ya que nos llevaría mucho tiempo. Aunque sí
tendremos que tenerlo en cuenta más adelante, como posibles resistencias a los
intentos de que determinados comportamientos dejen de ser “desviados” y se
vayan convirtiendo en normales.
Y
es que el saber hacer de estos políticos se presenta con unas condiciones que
hace difícil su difusión. Vamos a dedicar la atención de este papel a cómo se
puede disminuir este dificultad.
Buenas y malas
practicas
Estos
políticos practican ciertos comportamientos, que vamos a llamar prácticas. Como
consiguen buenos resultados, esas practicas, o, al menos, una parte
significativa de ellas, podemos calificarlas como “buenas”. Y a sus actores,
como “buenos prácticos”.
Los
“buenos prácticos” han adquirido sus “buenas prácticas” en la acción.
Dependiendo de su grado de reflexividad sobre la práctica, tienen un grado de
comprensión y explicitación de lo que hacen limitado. Una buena parte de la
bondad de sus prácticas viene de traducir valores y adoptar actitudes, que, con
frecuencia, adquirieron a su vez de un modo muy poco consciente de la imitación
de modelos familiares, de maestros, o de jefes en otras organizaciones.
Por
otra parte, el modelo de formación que tienen los partidos, de corte escolar o
académico en sala, no es el adecuado para entrenar en prácticas. Las nuevas
prácticas necesitan experimentarse en la realidad antes de incorporarse a la
habitualidad de una persona. Y una correcta experimentación requiere el
entrenamiento/ acompañamiento de un entrenador experimentado que tenga
metodizado los aprendizajes que pretende entrenar.
Desarrollo de
buenos prácticos
¿Qué
le queda, pues, de aprender a un “buen práctico” para convertirse en el
entrenador/acompañante experimentado con método?
En
primer lugar, aprender a reflexionar
sobre su propia práctica. Esta reflexión es muy improbable que sea
suficiente para los propósitos de entrenamiento de otros, mientras el buen
práctico ocupe su cargo público. Lo que no impide que lo sea a los efectos de
mantener sus propias buenas prácticas – aunque no siempre.
El
aprendizaje a reflexionar sobre su propia práctica, significa aplicando un
método narrativo, identificar procesos y situaciones dentro de ellos, encontrando
relaciones de causalidad entre las buenas prácticas y los buenos resultados; y
entre las malas prácticas y los malos resultados. Esto desemboca en una
herramienta de diagnóstico de buenas y malas prácticas con relación a
resultados y una cierta estrategia de mejora de las situaciones/actores.
En
términos convencionales escolares, y salvando las distancias, esto sería como construir
el libro del maestro. En algunos casos, se ha llamado el libro de las buenas prácticas. Hay que tener cuidado en no
“cosificar” las prácticas, pero esto habrá que tratarlo en otro momento.
Al
mismo tiempo, el buen práctico que va mejorando su reflexión sobre sus
prácticas, ha de extenderla a cómo se
pueden aprender las buenas prácticas, o como se pueden sustituir las malas por
buenas. Generalmente, las personas no sabemos cómo hemos aprendido a hacer
las cosas porque no hemos prestado atención a ello.
Las
personas tenemos diferentes maneras de aprender nuestros comportamientos. El
“caso desviado” que es un buen práctico tiene un modo de aprendizaje que,
normalmente, no tendrán las personas a las que podría entrenar. Por ello,
necesita primero hacerse consciente de
cómo aprende él mismo, y junto a ello también de otros estilos aprender.
Esto se puede hacer aplicando una metodología de Investigación/Acción de
primera personas, de investigación “aguas- arriba”, recorriendo la historia de
la persona. En esa investigación las prácticas y su aprendizaje, deben
considerarse en el contexto de los valores y actitudes asociados con ellas, y
sin los cuales puede producirse un cambio de palabras, pero no de
comportamientos.
Un
tercer eje de avance simultáneo a los anteriores consiste en definir de un modo
contrastable, criterios y método para
evaluar las buenas y malas prácticas en función de lo buenos y malos resultados
políticos
El proceso de
desarrollo
En
la medida que el buen práctico avanza en la reflexión sobre su práctica, corre
el riesgo de ser visto como más desviado por el resto de la organización,
adherida a la mentalidad y las prácticas burocráticas.
El
proceso desarrollar la capacidad de mejorar las prácticas políticas, debe ser
conducido con mucha prudencia, huyendo de la corriente manera de vender
palabras antes de hechos observables.
Lo
mejor sería, empezar por llevar a cabo los tres desarrollos mencionados en un
grupo muy reducido de personas -2/3- en un entorno lo más próximo y homogéneo posible.
Una
primera etapa, habría que llevar a
cabo un trabajo interno, de “incubación” dentro del grupo del conjunto a
conceptos y análisis que se emplearán, aprendiendo unos de otros.
Solo
después de este paso, es sensato pasar a ayudar a otro/s, teniendo muy en
cuenta la condición de que la persona/s a ayudar lo pidan seriamente, sabiendo
lo que significa este tipo de entrenamiento.
La
relación con las personas a ayudar debe mantenerse inicialmente en el terreno
de los acuerdos privados, huyendo de cualquier oficialidad que podría provocar
resistencias del “stablishment”. Esto no estaría en contra de participar en
sesiones formativas convencionales, siempre que sirvieran para difundir intelectualmente
el nuevo enfoque de la mejora de prácticas sobre el
entrenamiento/acompañamiento por parte de “buenos prácticos reflexivos”. Para
ello, sería útil contar con
experiencias ya realizadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario