Las
propuestas de prácticas políticas que contiene este papel parten inicialmente
de la adopción de un marketing político orientado al votante, superando el
marketing político orientado a la venta, predominante en las prácticas de gobiernos y partidos.
La
orientación al votante, implica dar más importancia en la política a la
alianzas que se establecen, que a las ideas. Las alianzas con los votantes para
ser sostenibles necesitan conocer y comprender sus procesos de decisiones
políticas. Estas decisiones se refieren tanto a
votar/no votar/votar a una opción, como a ayudar/no ayudar con trabajo
voluntario o fondos. Los mejores resultados políticos se suelen conseguir por
una opción política, cuando una parte de sus votantes decide apoyarle
procurando que otros le voten y/o aportando fondos para ello. Cuando esto
sucede, puede observarse cómo estas personas ejercen un liderazgo social en su
entorno.
Cuando
un partido cuenta con militantes activos que contribuyen a crear estas redes de
líderes sociales favorables, va constituyendo su capital social partidario, afianzando
sentimientos de comunidad entre sus votantes en base a la prestación de
servicios políticos que ayudan a la creación y manifestación de la voluntad
política de esos votantes.
Los votantes y sus
procesos de decisión
El
compromiso de activistas y líderes de votantes de mantener vivas las redes del
capital social partidario, tiene mucho que ver con el tipo de liderazgo que
ejercen los dirigentes – ejecutivos del partido y cargos públicos. Esta
cuestión la trataremos más adelante. Ahora vamos a profundizar en los votantes y sus procesos de decisión,
por cuanto que esta es una clave del trabajo político de los activistas.
La
decisión final del día D, es el eslabón final de una cadena que puede tener
muchos otros eslabones intermedios. Un votante, a lo largo de un ciclo
electoral, toma muchas decisiones que pueden condicionar de un modo
determinante la decisión final.
Puede
revisar la decisión que ejerció en la
última elección, y decidir que está satisfecho o insatisfecho con ella, y
en función de ello recibir informaciones que ratifiquen su decisión anterior, o
decidir dejar de votar en las próximas elecciones o votar en blanco, o decidir
abrirse a informaciones sobre otras alternativas de voto. Este tipo de
decisión, puede que se tome varias veces en un ciclo electoral, y ser diferente
según el tipo de elección.
También,
puede tomar decisiones sobre si apoyar
al partido que votó o decide votar, defendiendo sus tesis y candidatos en
su entorno inmediato, o bien participando como voluntario en actividades políticas
organizadas, o aportando fondos para campañas y actividades del partido. La
fuerza electoral de un partido, puede depender de modo importante de las
decisiones positivas o negativas que a este respecto tomen sus votantes
actuales y potenciales.
Y
también puede decidir acudir o no a las
urnas el día D, tenga o no clara cuál sería su alternativa política
preferida
Cada
una de estas decisiones tiene algún evento desencadenante, comporta unos
criterios de decisión, tiene lugar en un proceso más o menos largo, donde
adquiere información/recibe influencias de otras personas y de medios de
comunicación.
La
posibilidad para que una organización política, conozca y comprenda la
coyuntura de las decisiones de sus votantes y ejerza sobre ellos una influencia
positiva, viene condicionada por contar con un número de activistas,
íntimamente comprometidos en conseguir comportamientos positivos de sus
votantes actuales y potenciales.
El Barrio
Pero,
los votantes no son un conjunto de átomos aislados o una multitud de
consumidores pasivos. Viven en municipios concretos y, en ellos, en barrios más
o menos estructurados. La vida democrática de un país, gana cuando sus
ciudadanos viven en barrios estructurados, es decir: reconocidos como tales por
sus vecinos, centros de relación social vida pública compartida.
Un
barrio así configurado, es un poderoso instrumento de integración y socialización
de los ciudadanos. En la vida social del barrio, los ciudadanos van pasando de
sus intereses y comportamientos políticos individuales a otros colectivos, y
aprendiendo, si existen adecuados liderazgos sociales y políticos, cómo la
acción colectiva puede generar el poder
necesario para ir satisfaciendo sus necesidades de desarrollo. Y pueden
asociarse sin perder el control de la asociación, de modo que ésta y sus
dirigentes son interlocutores fiables para el liderazgo político del municipio.
La
conciencia de barrio se desarrolla a través de:
- Reuniones
regulares de los vecinos y para la consideración de los problemas del
barrio
Desde
esta capacidad de identificar
colectivamente su calidad de vida y de actuar sobre los factores inmediatos que
la mejoran o empeoran, los votantes, sus líderes sociales y los líderes
políticos que trabajan por empoderarlos, se encuentran en muy buenas
condiciones para participar en el debate de políticas más generales, si alguien
quiere regular esos debates para armonizar las políticas de arriba abajo con
otras de abajo arriba. De este modo, las necesidades de los barrios vienen a
ser la base sustancial de la política (Mary Parker Follet, “The New State”,
1918)
Ahora
bien, qué es un barrio es algo poco claro en la vida política de nuestros
países. Hay barrios tradicionales que tienen un contorno bien definido, pero
también hay nuevas aglomeraciones de población que nunca han llegado a ser
barrio, y otras en las que el núcleo original ha quedado diluido con la llegada
de personas foráneas. En ciudades grandes, se confunden más los límites cuando
se procede a la división administrativa en distritos y barrios, como
agrupaciones de secciones electorales, sin respeto a los contornos de los
barrios tradicionales.
En
nuestro caso, nos encontramos con unos municipios que tienen, o han tenido
hasta hace poco, todas las características de un barrio: reconocimiento por
parte de los vecinos, centros de relación social, vida pública compartida.
Un
barrio así configurado, es un poderoso instrumento de integración y
socialización de los ciudadanos. En la vida social del barrio, los ciudadanos
van pasando de sus intereses y comportamientos políticos individuales a otros
colectivos, y aprendiendo, si existen adecuados liderazgos sociales y políticos,
cómo la acción colectiva puede generar
el poder necesario para ir satisfaciendo sus necesidades de desarrollo.
Y pueden asociarse sin perder el control de la asociación, de modo que ésta y
sus dirigentes son interlocutores fiables para el liderazgo político del
municipio.
Cuando un municipio, aumenta su tamaño y su
población puede encontrarse con tensiones de diferenciación que pueden atentar
contra la unidad del barrio, y alimentan aspiraciones críticas y/o
secesionistas del gobierno existente.
Los
gobiernos de los tres municipios han contribuido con su capacidad
coaligadora a que estas tensiones no se
manifiesten demasiado pronto. Sin embargo, cabe pensar que los tres tienen un
tamaño que a poco que crezcan sus
gobiernos van a tener que no intentar asimilar a los nuevos vecinos al barrio
original de la ciudad, sino aceptar que está naciendo un nuevo barrio al que
convendrá ayudar a irse desarrollando, al mismo tiempo que los gobiernos se
proponen ir aprendiendo a pasar de un gobierno de un solo barrio a un gobierno
multibarrio.
Cuando
un municipio, aumenta su tamaño y su población puede encontrarse con tensiones
de diferenciación que pueden atentar contra la unidad del barrio, y alimentan
aspiraciones críticas y/o secesionistas del gobierno existente.
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