Síntomas
Se pueden observar una gran cantidad de síntomas de insatisfacción por
el funcionamiento del sistema político democrático, que conducen a la desafección, ese “fantasma que recorre
nuestra democracia”. Con este término se está intentando captar y definir
sentimientos colectivos que revisten formas diversas con contenidos mezclados
de distanciamiento, rabia contenida, indolencia y cansancio hacia la política y
los políticos.[1]
La abstención electoral es su
manifestación más visible, en sistemas sin voto obligatorio. En algunas
elecciones y en algunos municipios y territorios, el partido más votado ha sido
la abstención. Alcaldes han logrado la mayoría absoluta con el voto de menos
del 25% de los electores. Pero, también se está pudiendo observar cómo cambios de gobierno se producen más por
rechazo de los anteriores titulares que por los méritos de su oposición, a
veces, inesperadamente, por comportamientos prepotentes y miopes de titulares
que provocan la movilización en contra de abstencionistas que habían abandonado
con sus razones anteriormente a los nuevos ganadores. Seguramente, cada uno de
los lectores conoce hechos de este tipo en su entorno.
En los partidos políticos
encontramos otras manifestaciones, éstas menos visibles para el público, pero
muy influyentes en la pérdida de redes de apoyo de los candidatos. No sólo se
registra una disminución en el número de
militantes, a veces en el contexto de una gran rotación entradas/salidas.
Además crece la desmovilización de
los militantes restantes, que pagan su (exigua) cuota de afiliación, pero sólo
participan en tareas políticas entre el 10 y el 20%.
En las encuestas, van apareciendo “los
políticos” como uno de los problemas más importantes
Tantos síntomas de insatisfacción y tan variados como éstos y otros más
que cada uno conoce, están generando una buena cantidad de comentarios y
ensayos de explicar las causas y de proponer remedios. Algunos se fijan en los
cambios de los ciudadanos – llegando algunos a acusarles de ser ellos los que
tienen una “enfermedad” - , otros hablan de la falta de buenos relatos o de
falta de ideas en los políticos y sus partidos, otros, los menos, achacan la
insatisfacción a los liderazgos que se practican en los partidos y los
gobiernos.
Conviene, quizá, intentar una comprensión
más global del fenómeno que pretenda abarcar la complejidad del problema y
sus síntomas y permita aconsejar vías de reacción allá donde se considere
necesario.
La política democrática – sus resultados de obtención de votos, fondos y
voluntarios – se materializa alrededor de conjuntos de conversaciones, Hoy
estas conversaciones se van polarizando en dos
conjuntos que rara vez se juntan: el conjunto de las conversaciones de los
políticos entre ellos y con los medios de comunicación, y el conjunto de los
electores entre ellos y sus líderes de opinión.
Para romper esa incomunicación se está aconsejando a los políticos que cuenten historias. Pero si no escuchan
antes, y con suficiente atención y habilidad, las historias de sus votantes
actuales y potenciales, pueden acabar siendo buenos novelistas de su vida y
hazañas. Esto interesa a sus votantes poco más que los relatos de lo mucho que
han hecho y lo más que harán.
En otro sentido, casi todos los políticos dicen que escuchan. Casi todos
los partidos hacen encuestas y van poniendo en práctica sistemas para recoger
ideas, demandas y hasta críticas de los ciudadanos. Pero después, raras veces
se responde a lo que se escucha, o si se plasma en un programa electoral con
frecuencia no se cumple.
La acción política es una acción comunicativa, pero la comunicación no es un fin en sí. Es el instrumento para llegar a
compromisos con los votantes, intercambiando con ellos
votos/fondos/voluntarios por los valores que ellos priorizan y los políticos,
sus partidos y las instituciones pueden generar.
La coalición con los votantes
es tanto o más importante a la larga para la sostenibilidad de los resultados
políticos que la coalición con otros partidos o con otras facciones del partido
de uno. El compromiso de votar de los votantes actuales y de ayudar a
identificar y conquistar a los votantes potenciales es el medio más potente de
los necesarios para mantener/desarrollar las mayorías. Para lograr ese
compromiso los políticos tienen que adquirir y mantener ciertos compromisos que
se pueden comunicar mejor con historias que relaten mejoras en la calidad de
vida, en todos los sentidos no sólo materiales, de los votantes actuales y
potenciales, desde los valores y la óptica de ellos mismos.
Escuchar historias,
comprometer/entregar valores y contar
las historias que produce y/o va a
producir su entrega, no es lo mismo que escuchar sin responder, por una parte,
y contar historias con escucha escasa de las historias de los votantes, por
otra.
Los votantes se irritan, se aburren y se apartan en la medida que van
llegando a la conclusión de que los políticos no trabajan por sus intereses y
los valores que han declarado, sino para sus propios intereses, más o menos
legítimos. La crisis financiera y económica agrava estos sentimientos, en la
medida que pone en causa el sistema de liderazgos globales.
[1]
Estas definiciones se deben al Consejo de Dirección de” FRC,revista de debat político”,en su
editorial del núm 20,verano de 2.009,
(Barcelona)
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Leer +en la documentación del seminario "Activismo/LIderazgo Politicos"
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