La imposición cuando algún actor tiene un poder irresistible no anima a entender lo que pasa en el entorno sino a dominarlo. Pero cuando, como es más normal en nuestro tiempo, un actor tiene un poder más limitado actuar como si se tuviera más suele deparar sorpresas desagradables.
Lo que venimos viviendo en nuestro país, me sugiere la utilidad de volver a recordar este texto sobre el valor del diálogo como complemento y preluido de la discusión o debate, previo a la buena decisión.
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La disciplina del aprendizaje colectivo implica dominar las prácticas del
dialogo y la discusión. En el diálogo, existe la exploración libre y
creativa de asuntos complejos y sutiles, donde se “escucha” a los demás y se
suspenden las perspectivas propias. En cambio, en la discusión se presentan y
defienden diferentes perspectivas y se busca la mejor perspectiva para
respaldar las decisiones que se deben tomar. Aunque, en la realidad, podrían
ser complementarios, la mayoría de los grupos no saben distinguir entre ambos y
moverse conscientemente entre uno y otro.
El aprendizaje en equipo implica también
aprender a afrontar creativamente las fuerzas poderosas que se oponen el
dialogo y la discusión productivas (“rutinas defensivas”, “guerras de
abstracción”)
Aprender a escuchar las voces disidentes,
equilibrar la exposición y la indagación, mirar los problemas desde puntos de
vista diferentes, tienen que ver sobre todo con los valores con que un equipo
concibe que deben inspirar su actuación. Pero también es posible pensar en
apoyar a esas personas en reflexionar y mejorar su manera de hacerlo.
La exposición
improductiva impide que uno comprenda la posición de los demás, impiden que
los demás comprendan la posición de uno, dificultan el descubrimiento y
resolución de problemas sistémicos de base y dañan la vida colectiva:
o
presentar
opiniones como si fueran hechos comprobados;
o
no
explicar ni revelar razonamientos que justifiquen la opinión;
o
no
dar ejemplos ni ilustrar en forma práctica el significado de la opinión;
o
no
exponer dudas ni revelar áreas de inseguridad o ignorancia;
o
evitar
preguntas y objeciones;
o
argumentar
que la opinión propia es la única razonable;
o
hablar
más que escuchar, interrumpir a los demás;
o
demoler
los argumentos de los otros.
El
indagar improductivo produce las
mismas consecuencias negativas:
o
expresar
las declaraciones como preguntas;
o
formular
sólo preguntas que conducen la respuesta o retóricas;
o
no
formular preguntas que expongan desconocimiento;
o
solicitar
las opiniones del otro sólo para verificar que concuerdan con las propias;
o
escuchar
únicamente aquello que concuerda con las ideas propias y descartar el resto;
o
no
hacer preguntas sobre datos o razonamientos;
o
utilizar
las preguntas para interpretar;
o
esconder
supuestos capciosos en el trasfondo de la pregunta.
Si logramos exponer productivamente, estamos abriendo a los demás los
razonamientos propios para ayudarles a entender por qué uno piensa lo que
piensa:
o
Apropiarse
(hacerlas propias) de las opiniones, inferencias e interpretaciones que uno
expresa. Reconocer que son lo que “uno piensa” y no la “verdad objetiva”. Más
aún que ese pensamiento nace de bases precarias y siempre perfectibles.
Expresar los sentimientos de uno hacia las cosas, más que calificar las cosas
en sí.
o
Admitir
implícitamente ante uno mismo, o explícitamente ante los demás que uno puede
estar equivocado (por tener información incompleta, por haber cometido un error
lógico, por hacer inferencias inválidas, por no haber considerado alternativas
relevantes, por desconocer objetivos de otros o por cualquier otra razón;
o
Exponer
aquellos supuestos, prejuicios, y presunciones de los que uno sea consciente.
Plantear el escenario en el cual uno asume que se desarrollan los acontecimientos
que se van a analizar permite a los demás contextualizar el argumento y
comprender mejor el razonamiento;
o
Exponer
las observaciones (datos objetivos) que fundamentan su razonamiento. Recordar
que los datos apoyan las conclusiones pero no las validan. Recodar que puede
haber otros datos relevantes que uno no ha incluido en el análisis, o que las
observaciones pueden estar sujetas a error.
o
Exponer
las inferencias lógicas y las comparaciones con estándares que llevan al
razonamiento de los datos a las conclusiones. Hacer estos estándares tan
explícitos como sea posible.
o
Recomendar
acciones basadas en las opiniones que uno sostiene. Explicar las consecuencias
que uno prevé por actuar, o no actuar, en la situación considerada. Comparar
estas consecuencias con los objetivos.
o
Ilustrar
el razonamiento con ejemplos y casos concretos. Plantear situaciones que
permitan a los demás entender los alcances del razonamiento y las
recomendaciones de acción en contextos específicos.
o
Verificar
que los demás hayan entendido el argumento. Darles oportunidad de hacer
preguntas que promuevan aclaraciones, alentarlos a indagar.
o
Invitar
a los demás a que opinen sobre la perspectiva expuesta y ofrezcan complementos o alternativas.
Indagar cuáles son sus reacciones respecto de los argumentos y solicitar
oposición a éstos.
o
Evitar
la tentación de defender la posición propia, antes de comprender la posición de
los demás. Colocarse en la posición de indagar antes de volver a exponer. Si
alguien expresa dudas sobre la conveniencia de algún curso de acción expuesto,
preguntarle cómo le parece que se podría hacer de modo más efectivo.
La indagación
productiva es una forma de descubrir los razonamientos de los demás, de
ayudarles a exponer no sólo qué piensan, sino por qué piensan lo que piensan.
Permite a los otros presentar elementos de su proceso de pensamiento y ser
escuchados con respeto y atención.
La condición fundamental para indagar
productivamente no tiene que ver con una técnica sino con la actitud en la
escucha. La capacidad de prestar atención es inversamente proporcional a la
necesidad de tener razón.
o
No
interrumpir (o “completar” las oraciones del otro).
o
Mantener
contacto visual y una posición corporal abierta.
o
Verificar
que uno comprendió la perspectiva del otro e invitarle a apropiarse de su
interpretación mediante la “posición de espejo”: resumir la postura del
interlocutor expresándola en forma responsable y preguntándole si se ha captado
lo que el otro intentó comunicar. Si el otro cree que uno no resumió su
posición correctamente, uno puede pedirle que la corrija o que la vuelva a
expresar. Es fundamental no seguir adelante hasta que el otro no haya dado el
visto bueno a la forma en que resumió sus ideas.
o
Orientar
la indagación hacia el aprendizaje y no a probar que uno está en los cierto y
el otro equivocado. Hacer preguntas abiertas que den al oro la posibilidad de
explayarse.
o
Investigar
los supuestos que subyacen a la interpretación del otro. Invitarlo a comentar
las condiciones de contexto que dan sentido a su texto. Verificar las
inferencias que uno hace sobre el marco conceptual que el otro usa para
interpretar la situación.
o
Preguntar
por las observaciones y datos que sustentan el razonamiento del otro. Antes de
evaluar si el razonamiento es cierto o relevante, intentar entender cómo su
interlocutor lo fundamenta (o no) sobre bases de hechos.
o
Pedir
al interlocutor que manifieste sus inferencias lógicas y sus criterios de
evaluación que utiliza. Intentar entender de dónde derivan esos criterios.
o
Indagar
sobre las recomendaciones o sugerencias de acción que el otro deriva de su
opinión. Invitarlo a explicar cómo esas acciones ayudan a conseguir ciertos
objetivos. Pedirle que conecte esos objetivos con necesidades o intereses
individuales o colectivos.
o
Pedir
que el interlocutor ilustre su razonamiento con ejemplos y casos concretos.
o
Verificar
la comprensión de la posición de la otra persona resumiendo sus puntos
principales.
o
Una
vez que el otro acepte el resumen de su posición pedirle permiso para agregar
información o presentar algún desacuerdo. No introducir ninguna
contra-argumentación sin el visto bueno del interlocutor.
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SEMINARIO . - Dialogar y Debatir
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