Esta
entrada es una continuación de las dos anteriores, en la pretensión común de
estimular la reflexión que conduzca a dotar a las organizaciones de liderazgos
eficaces.
Cuando se trata de abordar
problemas sobre los que verdaderamente no hay una experiencia previa, es normal
que los grupos que gobiernan- o pretenden gobernar- las organizaciones
políticas, se mueven con un grado de incompetencia bastante grande. Esta
incompetencia, además de la falta de experiencia en la tarea, procede de que
gobernar no es una tarea individual. No existe el gran directivo del que a
veces hablan los libros. La tarea dirigente en los niveles más altos es una
tarea de grupo, porque sólo un grupo de personas reúne la competencia necesaria
para ello. Si esto es cierto, en la medida que no se haya adquirido la
capacidad necesaria para trabajar colectivamente, el gobierno será más
incompetente que cada uno de sus miembros individualmente.
Para analizar con un poco
más de detalle lo expresado en el párrafo anterior, es conveniente introducir
ahora la noción de estilo de acción, que
vamos a definir con respecto a tres ejes:
· La aptitud para los QUÉS, es
decir las capacidades de elaboración y de diseño de ideas, proyectos,
estrategias, designios; la personalidad imaginativa, creadora, innovadora. En
resumen, la capacidad de definir objetivos a alcanzar.
· La aptitud para los CÓMOS, como
expresión de las capacidades instrumentales, tecnológicas, organizativas,
burocráticas, administrativas. En resumen, la aptitud de definir medios,
instrumentos para la consecución de objetivos.
· La aptitud para las
PERSONAS, es decir para las relaciones
interpersonales, la negociación, la integración. En resumen: la aptitud para
coaligar productivamente personas alrededor de unos objetivos y unas tareas.
Estas tres aptitudes
conforman nuestro modelo de estilo de acción. Cabe advertir que no se trata de
perfiles psicológicos sino de perfiles de acción, de comportamientos.
Analizaremos las aptitudes en el contexto de la tarea colectiva, no de la vida
personal.
El modelo funciona así:
Estudiamos la persona en
términos de las tres aptitudes. Se juzga el grado en que se posee cada una, en
tres niveles:
· Alta
o muy alta.
· Media
o aceptable.
· Baja
o inexistente.
Para cada aptitud usaremos
su inicial. Así, por ejemplo, para la aptitud de los qués, si es alta o muy
alta utilizaremos la Q ;
si es media o aceptable, usaremos la q; si es baja o inexistente usaremos un
asterisco *
.
Una persona que tuviera
altas las tres aptitudes sería un tipo QCP. Una persona que las tenga medias
será del tipo qcp. Una persona que las tenga bajas será ***.
A partir de este modelo,
cada miembro de un equipo de gobierno diagnostica cuáles son sus puntos fuertes
y débiles. En el bien entendido que el tipo ideal de dirigente que
correspondería según esta tipología al tipo QCP es una utopía. Un instrumento
para salvar esto se encuentra en constituir
coaliciones de personas diversas que compensan sus limitaciones. Por
ejemplo, una persona del tipo Qc* puede tener serias limitaciones para liderar
un proyecto; pero coaligada con una personas del tipo c*P puede producir una
resultante que se acerca al dirigente ideal.
A estos efectos, son
especialmente efectivas las coaliciones que los sociólogos llaman tríadas, formadas por tres personas
cada una de las cuales, en la situación que comparten, tiene un nivel alto o
muy alto en una de las tres aptitudes básicas. Estas coaliciones desarrollan una gran fuerza directiva, sobre todo, si
fruto del aprendizaje mutuo por imitación, cada uno de los miembros va
aprendiendo de los otros dos a desarrollar aquellas aptitudes que tienen menos
desarrolladas, de modo que ninguna la tenga baja o inexistente.
APRENDIZAJE
DE LOS ESTILOS DE ACCIÓN
La constitución de estas
coaliciones y el aprendizaje en ellas no es un asunto sencillo. Existe una
tendencia en las personas a minusvalorar las aptitudes que menos dominan, o
para tener seguridad necesitan tener a las personas competentes en ellas a sus
órdenes, por temor a que les dominen.
Por otra parte, sucede con
frecuencia que los lenguajes de acción de las personas son bastante diferentes
en función de sus aptitudes. Los riesgos de incomprensión mutua entre personas
con aptitudes diferentes son altos. En la práctica muchas tríadas posibles
terminan en guerra y eventual eliminación de alguno de sus miembros por el más
poderoso. [1]
Para que una tríada pueda
ser un lugar de aprendizaje se tienen que dar entre sus miembros condiciones de
juego limpio, de seguridad de contar con el apoyo mutuo y de no valerse del
grado de apertura personal en perjuicio del otro. De que, como dice el origen
latino de la expresión coaligarse, existe una firme voluntad de “crecer
juntos”.
También tiene que darse
entre los componentes una voluntad muy firme de aprender, de hacer los
esfuerzos necesarios para experimentar nuevos comportamientos en los que no se
siente tan seguro que en aquellos que responden a su estilo de acción original.
Porque sin estos aprendizajes, la tríada no conseguirá el dominio de la
situación que le da fuerza e irá perdiendo interés.
El aprendizaje se organiza
alrededor de los proyectos prácticos a través de los que se va explorando y
dominando la realidad a la que la tríada
se enfrenta, de modo que cada uno va aprendiendo, por imitación, el estilo de
los otros que es necesario sintetizar con el propio para gobernar la situación.
DE
LA TRIADA A LA ORGANIZACIÓN
COMPLEJA.
Cuando una organización va
creciendo en tamaño y complejidad, y piensa que debe seguir creciendo, no es de
extrañar que una sola tríada le quede corta.
Las situaciones a dominar
han crecido exponencialmente. Los miembros de la tríada mencionada necesitan aprender
a dominar otras situaciones- espacios de tarea- coaligándose también con otras
personas con los que aprender de sus estilos de acción en esas otras
situaciones.
Pero no tendría sentido no
tener en cuenta el potencial de crecimiento y formación que aporta una tríada.
El gobierno de la organización compleja ganará en capacidad, madurez y
potencia, si está formado por una coalición de coaliciones en tríadas –con sus
miembros participando en más de una tríada- cada una de ellas gobernando, a su
vez, uno de los proyectos principales que forman el espacio de objetivos/tareas
de la organización La estructura de la organización, no tiene la forma de una
pirámide, sino de la un icosaedro (Stafford Beer).
Sin esta estructura, que va
asegurando que todas las tareas de
gobierno están siendo asumidas por personas que, desde sus respectivas tríadas
van aprendiendo a dominar la realidad y a coaligarse en el interés del
aprendizaje/crecimiento juntos, es fácil observar cómo órganos de gobierno sin
estructura de aprendizaje, más un montón de personas, se debaten entre crisis por luchas crudas por
el poder, cansancio de las personas por la soledad y dureza del empeño, escasez
de poder para dirigir la organización, dificultad por definir políticas o
estrategias que vayan más allá de la suma de realizaciones concretas aisladas.
Las
tríadas iniciales deberán trabajar por ir constituyendo núcleos de inteligencia
colectiva en los órganos formales de dirección.
Durante
mi carrera como consultor he tenido la oportunidad de observar el
funcionamiento de unas veintena de tríadas en la cúspide de organizaciones públicas
y privadas y de intervenir ayudando a media docena de ellas.
La
duración de cada una de ellas ha sido muy variada, y la mayor parte de ellas,
no llegaron a ajar suficientemente.
Creo
que el trabajo en tríada es un buen método para entrenarse y alcanzar lo que
podríamos llarmar la maestría en el gobierno o la dirección.
[1] Un
ejemplo interesante, vivido por mí desde uno de los protagonistas, es el
fracaso de la tríada potencial PUJOL-TRIAS FARGAS y ROCA, en su momento. Bien
es verdad, que una tríada en una cúspide es imposible si no hay una estructura
de la organización en que apoyarse del mismo estilo, como veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario