DEL MISMO LIBRO MENCIONADO EN LA ENTRADA ANTERIOR, ESTA ENTRADA VIENE BIEN COMO ENTRADA A LAS GUIA DE ACTUACIÓN QUE VENDRÁ A CONTINUACIÓN
En
las organizaciones políticas, como en todas las organizaciones cuyos recursos
dependen de entornos significativos, obtienen muy diferentes resultados según
cuál sea su orientación a la hora de relacionarse con esos entornos.
En
las organizaciones políticas podemos distinguir tres tipos de orientaciones:
·
La
orientación hacia si mismo. La
organización tiene la verdad, los demás tienen que hacer el esfuerzo para
acercarse a ella.
·
La
orientación hacia la venta. La
organización tiene la verdad; pero tiene que hacer esfuerzos persuasivos para
que el entorno se convenza de ello.
·
La
orientación hacia el votante. La
verdad está en la interacción entre la organización y los votantes actuales y
potenciales, cuyas necesidades y deseos hay que conocer y deben guiar la
actuación de la organización.
La
práctica de esta tercera orientación es la que responde estrictamente a la
disciplina del marketing político,
aunque con frecuencia las organizaciones políticas con orientación a la venta
pretenden utilizar también su etiqueta.
La
disciplina del marketing político es coherente con lo que más arriba hemos
dicho de la dirección. El marketing político es una forma de dirigir la
política con vistas a conseguir resultados políticos.
Las limitaciones de los programas
electorales: producto político y comunicación política continuada en dos
sentidos.
Si
aceptamos la disciplina del marketing político en la dirección de
organizaciones políticas, tenemos que revisar críticamente el papel que con
frecuencia están jugando en justificar bastantes actuaciones unilaterales de
los gobiernos, los programas electorales. Sobre todo, esos programas compuestos
de centenares de propuestas, elaborados más bien por los propios políticos y
sus asesores, con poca incorporación de prioridades de los votantes.
Difícilmente
puede aceptarse que, en la realidad, esos programas sean las bases de la
coalición que lleve a los votantes a las
urnas.
Será
más seguro partir de una conceptualización distinta que nos aporta el marketing
político, que esquematizamos en el gráfico siguiente:
En
las organizaciones políticas, como en todas las organizaciones cuyos recursos
dependen de entornos significativos, obtienen muy diferentes resultados según
cuál sea su orientación a la hora de relacionarse con esos entornos.
En
las organizaciones políticas podemos distinguir tres tipos de orientaciones:
·
La
orientación hacia si mismo. La
organización tiene la verdad, los demás tienen que hacer el esfuerzo para
acercarse a ella.
·
La
orientación hacia la venta. La
organización tiene la verdad; pero tiene que hacer esfuerzos persuasivos para
que el entorno se convenza de ello.
·
La
orientación hacia el votante. La
verdad está en la interacción entre la organización y los votantes actuales y
potenciales, cuyas necesidades y deseos hay que conocer y deben guiar la
actuación de la organización.
La
práctica de esta tercera orientación es la que responde estrictamente a la
disciplina del marketing político,
aunque con frecuencia las organizaciones políticas con orientación a la venta
pretenden utilizar también su etiqueta.
La
disciplina del marketing político es coherente con lo que más arriba hemos
dicho de la dirección. El marketing político es una forma de dirigir la
política con vistas a conseguir resultados políticos.
Las limitaciones de los programas
electorales: producto político y comunicación política continuada en dos
sentidos.
Si
aceptamos la disciplina del marketing político en la dirección de
organizaciones políticas, tenemos que revisar críticamente el papel que con
frecuencia están jugando en justificar bastantes actuaciones unilaterales de
los gobiernos, los programas electorales. Sobre todo, esos programas compuestos
de centenares de propuestas, elaborados más bien por los propios políticos y
sus asesores, con poca incorporación de prioridades de los votantes.
Difícilmente
puede aceptarse que, en la realidad, esos programas sean las bases de la
coalición que lleve a los votantes a las
urnas.
Será
más seguro partir de una conceptualización distinta que nos aporta el marketing
político, que esquematizamos en el gráfico siguiente:
El
“producto político” es lo que intercambia el entorno significativo con la
organización política a cambio de los votos, fondos y tiempo voluntario que
obtiene. Bajo esta etiqueta se encuentra no sólo las prestaciones, sino también
todos los comportamientos del partido y de sus gobiernos que pueden ser
percibidos y valorados por los ciudadanos, incluyendo la proximidad del partido
y los servicios políticos que presta, el estilo de gobernar, la ideología que
traducen en sus actuaciones tanto el partido como sus gobiernos. Incluso
podemos integrar en el producto, una realidad que trataremos separadamente por
su importancia. En la organización política orientada hacia sus votantes la
comunicación con ellos no es unidireccional ni puntual, sino que actúa en las
dos direcciones y es continuada, concebida para acompañar las decisiones
políticas de los votantes actuales y potenciales y de sus líderes de opinión.
Liderazgo político/liderazgo
estratégico. Las organizaciones políticas como organizaciones que aprenden.
Los
líderes de las organizaciones políticas necesitan ejercer un liderazgo
estratégico, que es capaz de convertir su organización en una “máquina” de ventaja competitiva sostenible, con la
agilidad de hacer frente a la incertidumbre
y al éxito con igual medida.
El
liderazgo estratégico toma decisiones no sólo para mejorar la actual
realización de la organización sino también para fortalecer su eficacia y
competitividad futura. Este liderazgo no puede explicarse ni practicarse con un
simple conjunto de procedimientos. En su lugar, los líderes estratégicos
impulsan sus organizaciones a través de sucesivas iteraciones de un proceso de
aprendizaje con las habilidades del pensamiento estratégico, la acción
estratégica y la influencia estratégica. Los
individuos y los equipos activan el liderazgo estratégico cuando piensan,
actúan e influencian a otros de modo que refuerzan la ventaja competitiva
sostenible de su organización.
El
proceso de aprendizaje que implica el liderazgo estratégico incluye cinco
elementos:
·
Apreciar
dónde estamos.
·
Comprender
quiénes somos y dónde queremos ir:
aspiraciones, visión, misión y valores centrales.
·
Aprender
cómo conseguirlo: formulación de la
estrategia, incluyendo la determinación de prioridades.
·
Hacer
el trayecto: trasladar la estrategia
a la acción, identificando y poniendo en práctica las tácticas.
·
Pilotar nuestro progreso: continua
apreciación de la eficacia de la organización, que pone en marcha otra vez el
proceso de aprendizaje.
A
diferencia de la
Administración , la Política requiere afrontar los problemas
emergentes en la sociedad. Ello obliga a que los políticos se encuentren en una
situación de aprendizaje permanente. Podríamos decir que una de sus habilidades
básicas, y que mejor puede asegurar un recorrido largo en la vida política
radica en lo que se llama “aprender a aprender”.
Las
organizaciones políticas, a impulsos de estos líderes que aprenden, pueden irse
desprendiendo de problemas cuya solución ya se conoce – y que por consiguiente
pueden encomendarse de un modo controlado a algún tipo de administración que
las ejecute – y reservar sus mejores recursos a la detección temprana de problemas
emergentes y a despejar las incertidumbres y conflictos que impiden su
solución.
Así,
las organizaciones políticas cuando aprenden mantienen y, eventualmente,
desarrollan sus ventajas competitivas. Es fácil descubrir en la realidad, cómo
el declive de estas organizaciones va ligado a la atrofia de su
capacidad de aprender, naturalmente, atemperado o acelerado por la incapacidad/capacidad de otras
organizaciones.
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