(Re)vitalizar
el partido
Lo que puede dar vida al capital social de un partido –
revitalizándolo si es el caso, o vitalizándolo en caso de un nuevo partido – es
la práctica de organizarlo, en el sentido que Marshall Ganz [1]da a esta práctica:
Los organizadores identifican, reclutan y
desarrollan el liderazgo; constituyen
una comunidad alrededor del
liderazgo; y construyen el poder hacia
el exterior de la comunidad.
La mentalidad y las prácticas burocráticas de dirección
van reduciendo el poder del partido, en la medida que reducen el “cociente de
liderazgo” que el mismo Ganz describe así:
¿Cuántos
líderes vés haciendo trabajo de liderazgo? ¿Hay un solo líder ligado con todos
los demás de modo que habla desde el centro de una rueda? ¿O hay una gran
cantidad de líderes ligados unos a otros, y con otros miembros, múltiples
centros de coordinación, inspiración y acción? ¿Hay alguna gente “seguidores”
con relación a otros líderes pero “líderes” en relación a otros “seguidores”?
¿O hay alguna gente que siempre son “líderes” y otros siempre “seguidores”? ¿Es
la organización “rica en liderazgo” o “pobre en liderazgo?
A medida que se va perdiendo cociente de liderazgo, el
partido pierde capacidad de ordenar la sociedad de otra manera que no sea la
existente. Frente a ello, el trabajo de organización que propugnamos no es
hacer y conservar listas, cobrar cuotas, conseguir voluntarios para las “misas conventuales” del
partido, o ayudar a candidatos en las elecciones internas.
Cabe, pues, entender hay un primer estadio en los
intentos prácticos de (re)vitalizar los partidos socialdemócratas – y en
general, casi todos los partidos que pretenden crear una sociedad que supere el
dominio del capitalismo financiero. Este es el de aclarar conceptualmente y en
la práctica que no existe una única manera de organizar, la burocrática.
Organizar.
Una síntesis conceptual temporal.
Introduzco aquí un marco conceptual en que situar las
prácticas políticas ahora, como una sugerencia para que los partidos conciban
su tarea de organizadores de la sociedad, más allá de las prácticas
burocráticas.. Me ha sido útil este marco, para diseñar entrenamiento en la
práctica política, si bien, soy consciente de lo grosero del ensayo,
como todos estos intentos de conceptualizar analíticamente lo que pasa en la
historia y en la política, sin utilizar métodos narrativos. Pero eso requiere
mucho más espacio. Disculpas si esta limitación crea alguna confusión o
incomprensión
Vivimos en una fuerte crisis de
las organizaciones que regulan el funcionamiento de la vida colectiva
e individual y de los modos de gobernarlas/dirigirlas. Una visión
impresionista de esta situación puede leerse con provecho, por ejemplo, en EL
FIN DEL PODER (2.013) Moises Naim, editado por Random House-
Mondadori,S.A. Barcelona.
Esta crisis tiene lugar, y en parte está producido,
por la transición que vivimos en uno de esos grandes cambios como los que han
tenido lugar anteriormente cada doscientos años, según P. F. Drucker.
Observado todo esto desde las organizaciones, se va
poniendo de manifiesto que la mentalidad, las estructuras y las prácticas de
gobierno/dirección burocráticas, están perdiendo el control de la situación, a
pesar de sus intentos de control central desde arriba.
Los partidos políticos, como organizaciones,
experimentan esa crisis de una manera especialmente aguda.
Burocracia/democracia
En general, se habla de ir superando la jerarquía
burocrática de las organizaciones por una jerarquía democrática.
En la jerarquía burocrática, los
dirigentes juegan a la cucaña de su avance por la jerarquía, utilizan su poder
sobre todo en interés propio, ven su papel como de imposición de un camino a la
organización y sus miembros, tienden a lucir como “líderes heroicos”/candidato
excepcional que no/dirigen a sus seguidores, sino se limitan a responder sus
preguntas sobre lo que hay que hacer, o fijan objetivos sin implicarse en el
cómo se alcanzarán, o, cuando no pueden imponerse, acomodan sus objetivos a lo
que sus seguidores están en disposición de alcanzar sin mejora.
En la jerarquía democrática, los
dirigentes equilibran sus intereses propios con el logro de unos resultados
sostenidos de la organización en su entorno, conciben su papel como de
empoderarse empoderando a los otros, utilizando su poder para coaligar el mayor
número posible de otros líderes, seguidores y recursos; como candidatos dan un
papel prioritario a las redes partidarias.
Ni la jerarquía democrática, ni la maestría de la
práctica política, puede concebirse hoy a niveles muy altos de una organización
política. Pueden originarse en niveles locales o comarcales en líderes y grupos
empeñados en coaligarse para ganar poder institucional en servicio de los
intereses propios de sus comunidades de votantes, como mayoritarios de sus
respectivas comunidades locales. Así, vamos a proponer una vía que
comienza por organizar comunidades locales, para después considerar cómo se
organiza una unidad mayor que lo local, y finalmente cómo se organiza una unidad global.
[1] Marshall
Grantz, es un veterano líder social y profesor en la Universidad Harvard que
contribuyó a la formación de los 2.500 organizadores que consiguieron
revitalizar el Democratic Party del Gobernador Dean para ganar aquellas
emorables elecciones intermedias en que recuperó la mayoría. Los planteamientos
de este artículo deben mucho a la documentación producida por el maestro Gantz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario