Por razones a las que quizá no merezca la pena dedicar
aquí mucha atención, el SISTEMA DEMOCRÁTICO DEL 78, responde a un intento de
diseño de arriba abajo, que, una vez cumplida su misión de asegurar la
transición sin sobresaltos, ha venido
poniendo de manifiesto su insuficiencia.
Y las medidas para mejorar su eficiencia, también
ferozmente desde arriba, han acabado con añadir altas cotas de irracionalidad a
su funcionamiento, bajo capa de una pretendida racionalidad financiera.
Superar esta manera de pensar en los asuntos públicos –
predominantemente de arriba abajo-, es la única vía para salir del laberinto de
ineficacia. Ineficiencias, descontrol y falta de respeto a las reglas que nos
cerca.
Proponemos dos vías simultáneas para esta salida:
abandonar la pretensión de organizar el sector público como una realidad
uniforme y empoderar facultades de autoorganización “touts azimuts”; y en cada
ámbito de autoorganización, ir abandonando la situación mantenida a lo largo de
la vigencia del régimen democrático, en la que la apreciación de cuál deba ser
y sea el servicio que las instituciones públicas deben proporcionar a los
ciudadanos queda reservada exclusivamente a los políticos.
En la medida que los órganos de gobierno de las
instituciones, han invadido y ocupado los niveles de gestión y operativos como
una manera de definir la política, la tarea operativa no ha sido sometida al análisis y diseño
organizativo. De este modo, muchos de los principios constitucionales que
deberían regir esta tarea – como la eficacia, la eficiencia, la legalidad – tienen una aplicación práctica muy limitada.
Ensayo
de modelizar desde la práctica
Desde hace muchos años, bastantes profesionales venimos batallando por conseguir que los
directores públicos profesionales ocupen el doble papel de asesorar a los
cargos públicos en la elaboración de sus políticas, y asegurar la ejecución
eficaz y eficiente de las mismas.
Después de tantos años de conseguir resultados
limitados por esta vía – no sin sacar conclusiones muy aprovechables de las experiencias
realizadas – creo que es un momento para intentar un enfoque del cambio más
global. Efectivamente, sintetizando en un sistema las conclusiones de
intervenciones organizativas más o menos parciales que he tenido oportunidad de
llevar a cabo en estos últimos casi 40 años, es posible obtener un SISTEMA DE
ORGANIZACIÓN DE UNA INSTITUCION PÚBLICA que responda bien a los principios
constitucionales y a los standards de
realización de las democracias, digamos avanzadas. Este sistema será pilotado
por una dirección pública profesional
que en buena parte gana su autonomía, no sólo por la confianza de los
políticos, sino por la fuerza que le da su capacidad de constituir y pilotar
una administración que ayuda a definir y producir de abajo arriba el valor
público.
Las piezas de intervenciones más interesantes a integrar en este sistema las encuentro en:
Ø La
evaluación del valor/calidad del servicio
percibido por los ciudadanos en la mejora de su calidad de vida y la
constitución y entrenamiento del “personal
de frontera” que entrega personalmente el servicio.
Ø La definición compartida por todos los
niveles de la organización de los valores que se entregan al ciudadano,
por medio de un sistema de
evaluación/programación presupuestados con una estructura funcional analítica
de al menos 5 dígitos, que fija una estructura jerárquica de tarea. Los
procesos de decisión de este sistema son de arriba
abajo y de abajo arriba.
Ø La
constitución y entrenamiento de puestos de administradores
del sistema de evaluación/programación y presupuestación, como analistas
presupuestarios, de programas y de operaciones, al servicio de diversos
titulares de funciones de gobierno y de dirección
Ø La
adopción de estructuras organizativas
multifuncionales, añadiendo a la dimensión funcional, una
territorial y otra de “clusters” de usuarios.
Ø Convertir
las jefaturas administrativas en
jefaturas ejecutivas, mediante el diseño de puestos y el entrenamiento y motivación adecuados de sus
diferentes niveles.
Ø Crear
unidades mayores que respondan a una dirección
operativa (“un conjunto de principios y prácticas de dirección que buscan
ensamblar recursos – materiales, equipos, trabajo e instalaciones – para
“operarlos” de modo que produzca un
producto o servicio de valor. La
realización depende de lo bien que los recursos se planean, programan, se
conducen y se controlan. Estos son elementos esenciales de la dirección
operativa” (J.S. Thomas). Diferenciar e integrar los roles de los servicios
mediales y de los servicios finalistas.
Ø Decantar la coordinación de las
unidades mayores, y de estas con el gobierno (“city manager,
chief executive, gerente municipal..), asegurando la rendición sancionable de cuentas y la colaboración en la dirección
estratégica – contribuyendo a imaginar
y acercarse al futuro desde el dominio
que da una operatoria actual abierta al entorno.
Ø Ir
creando conciencia e identificación de los empleados públicos de todos los
niveles con un SERVICIO PÚBLICO que
genera valor público identificable para los ciudadanos.
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