La
“ceguera organizativa”
En los grandes partidos de la socialdemocracia, su
organización burocrática está impidiendo analizar su propia organización como
una variable problemática con respecto a la situación. De modo típicamente
burocrático, el problema no se reconoce, ni se reconoce que no se reconoce, ni
existe noticia de ambos desconocimientos.
Las relaciones que se dan entre sus miembros y entre ellos
y sus votantes, reproducen las predominantes en la sociedad actual, con valores
y prácticas jerárquico- burocráticas: sumisión al de arriba, competencia con
los iguales.
En la medida que las organizaciones se hacen más grandes
y complejas, y se mueven en un entorno más cambiante, las cúspides pierden el
contacto y el control de las bases. Como consecuencia, pierden poder de
negociación con la clase dineraria dominante, y esto a su vez, les resta
legitimación ante sus bases.
Una parte de los cuadros y activistas en desacuerdo con
la situación se van o se desmovilizan, debilitando así la comunicación vertical
que queda en manos de cuadros acomodaticios
con militantes (“pasivos/dormidos”) que esperan que los problemas se
resuelvan por los de arriba.
Una significativa parte de los votantes se abstienen,
votan a nuevos partidos o incluso votan a los partidos de la clase dominante,
que se propone como solucionadora de los problemas que ella misma ha generado.
Pero estos problemas no se diagnostican como problemas
organizativos. Los partidos, a pesar de la gran cantidad de secretarios de
organización con que cuentan, no analizan su estructura y funcionamiento en
términos del tipo de relaciones que mantienen con sus miembros y su entorno.
“Poder sobre”/”poder para”; metas de arriba abajo/ de abajo arriba;
imponer/empoderar; competir/coaligarse; fragmentación/comunidad.
Entre las organizaciones locales pequeñas, existe una
variedad de tipos de relación. Como consecuencia, las agrupaciones locales
adoptan formas que van desde el cesarismo de un líder dominante – que plantea
frecuentemente problemas en su sucesión – , a formas tendentes a un
funcionamiento democrático – una coalición de bastantes líderes que se apoyan –
que suele tener como consecuencia un dominio del poder institucional durante un
período bastante largo. Resulta sintomático que – en lo que yo conozco - no existan, por parte de los partidos,
estudios comparativos de una y otra forma para deducir factores de eficacia
política a corto y medio plazo.
En cambio, en los niveles supramunicipales no se concibe
otra forma que la burocrática. Las ejecutivas se forman con estructuras
funcionales – con funciones peculiarmente definidas debido a lo numeroso de sus
miembros – sin tener en cuenta fórmulas estructurales multidimensionales que se
han experimentado en otros ámbitos. Los procesos de decisión son
predominantemente de arriba abajo, llegando a perder de vista los intereses de
las bases partidarias. La “cucaña burocrática” perjudica la cooperación entre
líderes.
Esta fragmentación vertical y horizontal, debilita el
poder de las cúspides. De modo que puede decirse que no es posible – por falta
del poder necesario – conseguir la revitalización del partido desde las
cúspides, siguiendo un proceso de abajo arriba, como habitualmente actúan.
Una
muestra de ello, se encuentra en la gran cantidad de congresos, conferencias y
consejos cuyas determinaciones con intención de cambio no pasan del papel que
las soporta. Suelen adolecer de exceso de querer conseguir una uniformidad
organizativa y de falta de “cómos” para conseguir que las cosas pasen. Lo que
coincide con el tipo de crisis que viven las grandes burocracias en el mundo
organizativo actual.
SIGUE
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