Este es un ejemplo de un documento que
pretende guiar los trabajos de reconstrucción de las redes partidarias para una
organización política. Su reflexión puede servir igualmente para crearlas en un
partido nuevo. Pretendo que sirva de contrapunto práctico a las ideas sobre los "equipos autogobernados"
Lo publicaremos en tres partes: una primera
que recoge un guión para la formación en comunicación eficaz –que se recoge en
esta entrada – previa a los entrenamientos; la segunda determina los objetivos
y contenido de las secciones electorales y los barrios; y la tercera analizará
los procesos de tarea, la estructura necesarios y el desarrollo de la puesta en
práctica.
1.- COMUNICACIÓN POLÍTICA EFICAZ
LA
INSERCIÓN SOCIAL DEL PARTIDO./ESTAR EN LA SOCIEDAD PARA HABLAR CON LA GENTE
Comunicación
ineficaz
Las personas que forman la gente van tomando sus
decisiones políticas en conversación
informal con las personas próximas.
Algunas de ellas influyen especialmente en el sentido de esas decisiones porque
las personas confían en sus juicios y se sienten identificados con ellas. Estos
son los influyentes, o líderes de
opinión.
Si un grupo político no participa en estas
conversaciones su comunicación con la gente puede estar aquejada de serias
limitaciones. Y estas limitaciones se traducen en inseguridad de los resultados
que puede obtener de ella.
En efecto, una comunicación unidireccional,
- se lleva a cabo, sin conocer los intereses, los procesos de decisión y los hábitos de información de sus destinatarios;
- no puede, así, responder a sus intereses, ni
acomodarse a sus procesos de decisión;
- en la práctica, habla de los políticos no de los votantes, por lo que interesa poco a éstos;
- tampoco recoge
las reacciones
de los destinatarios a la comunicación recibida, que, tampoco de sabe si
se ha recibido.
Como consecuencia, una buena parte de esta comunicación
política no tiene las condiciones para tener influencia en los comportamientos
de los electores.
La publicidad de lo buenos que son los gobernantes, de
los mucho que hacen, de la buena historia de los partidos, de los méritos de
sus candidatos, de lo mucho y la bueno que están dispuestos a hacer, está
condenada a demandar cada vez
presupuestos más altos para compensar la inseguridad de los resultados que
pueden esperarse de ella.
Los ciudadanos son cada vez más ricos, están más
educados y tienen más experiencia. Van desarrollando estrategias de discriminación y eliminación de los mensajes que no
consideran interesantes. Entre éstos, los mensajes políticos cuentan entre
los que menos interesan a la gente. Los suelen considerar negativamente, como
propaganda, y son retirados de la atención de sus receptores. A esto llamamos el “zapping político”.
La gran polución informativa en que todos vivimos hace
que cada vez tengan menos rendimiento las antiguas estrategias de interrumpir
las conversaciones que la gente mantiene alrededor de sus decisiones con unos
mensajes que no han pedido, y todavía peor, que no desean. Los intentos de
“colarse” a fuerza de insistencia – más presupuestos- en esas conversaciones,
contribuyen al desarrollo del “zapping”
Este es un fenómeno que no atañe únicamente al mundo
político. Los expertos en marketing vienen hablando de la crisis del marketing de interrupción y de la necesidad de ir
experimentando un marketing del permiso.
Importancia de la inserción social del partido
Todo esto tiene una traducción al ámbito de la política
local. Sólo una comunicación en dos
sentidos tiene la virtualidad de contribuir
de un modo seguro a lograr la coalición de más votantes. Porque
- nos asegura que vamos a hablar con la
gente de lo que les interesa,
- al recoger las reacciones hacia lo
hablado, nos permite “corregir el tiro” si no hemos dado en el blanco a la
primera,
- y, finalmente, hace posible recoger el
compromiso del interlocutor, si lo conseguimos.
De ahí que se justifique el título de estar
en la sociedad para hablar con la gente.
Cuando hablamos de sociedad, nos estamos refiriendo a nuestra sociedad, la formada por
nuestros votantes actuales y potenciales y por sus líderes de opinión.
El resto de la sociedad no entra dentro del estar. Los
contactos con miembros de la élite del poder local pueden ser necesarios para negociar con ellos, pero nunca deben
amenazar la identificación con las bases de nuestros votos. Las relaciones con
los líderes de opinión de los votantes de otros partidos son instrumentales
para contribuir a su desmovilización y para incorporar políticas que no
exasperen a sus votantes.
Sólo con la sociedad que forman los votantes actuales y
potenciales de nuestras listas en todas las elecciones, tenemos interés de
inserción para mantener una relación social permanente que alimente la
comunicación en dos sentidos.
Si los votantes actuales y potenciales no se sienten
cercanos al partido, éste está contribuyendo a la abstención de los mismos.
Además le será difícil al partido tener acceso a las conversaciones que
mantienen los votantes entre sí y con sus líderes de opinión. Así será difícil conocer
los contenidos de esas conversaciones y que las informaciones que proporciona
el partido sean aceptadas en esa misma conversación, y no calificadas de
propaganda de la que hay que defenderse.
En la medida que el partido consigue que la gente lo sienta
próximo va contrarrestando la imagen de máquina exclusiva para seleccionar
cargos públicos y generar clientelismos.
El partido se inserta socialmente,
- por medio de la presencia natural de sus cargos, militantes, simpatizantes y
voluntarios en las manifestaciones
sociales de sus votantes: fiestas, entierros, tertulias, paseos,
celebraciones familiares o de asociaciones, actos públicos;
- a través de los contactos bidireccionales con líderes de opinión de los
votantes actuales y potenciales, de los cargos elegidos y de los miembros
del partido, que puedan mantener una conversación política a su nivel;
- como consecuencia de las actividades
que organiza el partido para prestar servicios
políticos que contribuyen a que sus votantes tomen sus decisiones
políticas, de modo que algunos miembros del partido así empiecen a ser
considerados como líderes de opinión, y no meros propagandistas.
El partido así integrado en “su” sociedad habla con su
gente y sienta las bases iniciales de una comunicación eficaz en dos sentidos.
HABLAR
Y ESCUCHAR
¿ Con
quien hablar?
Se suele decir que
la política es “hablar con la gente y
ponerse de acuerdo con ella”. Pero con esta expresión, como con otras
igualmente indefinidas, necesitamos una cierta actitud cautelosa que impida que
nos induzcan o justifiquen que hagamos cosas que realmente no nos interesan.
La gente con quien nos interesa hablar no es toda la
gente, es decir, todos los electores. O por no decirlo de otra manera, no todas las personas que forman la gente,
tienen el mismo interés para nosotros.
Nos interesan, en primer lugar, nuestros votantes actuales y potenciales, y dentro de ellos los que influyen en las decisiones de
los demás, naturalmente una vez que los hayamos identificado.
En segundo lugar, nos interesan los líderes de opinión de los votantes de otros partidos.
Los votantes
fieles de otros partidos y los abstencionistas recalcitrantes no nos interesan.
Mucho menos nos interesa todavía polemizar con ellos. Van a ser debates
inútiles, de los que no vamos a sacar ningún provecho.
Comunicarse
en dos sentidos continuadamente con nuestros votantes actuales y potenciales y
sus líderes de opinión, supone una gran cantidad de horas.
Lógicamente, pues, no nos quedará tiempo para distraerlo en gente menos
interesante.
Como condición previa, tenemos que estar con “nuestra gente”, insertarnos en “nuestra
sociedad”. Esta sociedad está formada no
sólo por los votantes antiguos sino
también por los nuevos potenciales.
¿ Cómo hablar?
Si queremos comprender
cómo van a tomar sus decisiones nuestros votantes actuales y potenciales y lograr que nos dejen acompañarles en el
proceso de decidir, tenemos muchas incógnitas que despejar.
Las incógnitas las iremos despejando escuchándoles hablar sobre sus
problemas y necesidades, sobre lo que piensan y saben de la realidad política,
sobre las personas con quienes hablan de políticas y en quiénes confían a la
hora tomar sus decisiones políticas. Y en la mayoría de los casos, no nos
bastará con sus primeras manifestaciones sino que necesitaremos que sigan hablando para comprender bien el sentido de
lo que dicen, los sentimientos que, a veces, distorsionan sus palabras, lo
valores que animan sus manifestaciones.
Nuestros votantes concederán liderazgo a personas que creen que quieren dedicar tiempo a escucharles y que son capaces de entenderles. Y esto en grado mayor, si, además, les han ayudado a que ellos mismos
comprendan mejor sus necesidades y las de otros. Y ese liderazgo, nos admitirá en el círculo de los influyentes.
RESPUESTAS
Nuestros votantes tienen que encontrarnos dispuestos a escucharles. Y que
adquiramos el hábito de la conversación no directiva. Esto quiere decir que
debemos eliminar de nuestros comportamientos espontáneos en la comunicación
personal, tipos de respuestas muy corrientes como:
- Respuestas de evaluación que expresan
el punto de vista personal en el plano moral, traduciendo un juicio con
respecto al votantes diciendo lo que parece bien y mal.
- Respuestas de interpretación que buscan
dar al interlocutor una explicación de lo que le está pasando, con riesgo
de distorsionar lo que ha dicho.
- Respuestas de apoyo, que pretenden dar
ánimo, consuelo o tranquilidad.
- Respuestas de investigación, en las que
se demuestra prisa por tener más información, orientando al interlocutor
hacia lo que nos parece importante, corriendo el riesgo que producir el
sentimiento que sólo nos preocupa lo que nos interesa y no nuestro
interlocutor.
- Respuestas de solución, en que se le
empuja a que actúe una solución que es la nosotros hubiéramos tomado.
Todo este tipo de respuestas directivas, nos hacen
correr el riesgo de cortar las ganas de seguir la conversación por parte de
nuestro interlocutor.
En cambio, una
respuesta no directiva, de escucha comprensiva o activa, trata de volver a
decir o reflejar lo más exactamente posible, lo que el interlocutor ha dicho y,
además, puede hacer un esfuerzo de esclarecer, sin deformar. El interlocutor,
siente porque lo es así, un interés por internarse sinceramente en el problema
tal y como es vivido por él. Y, por consiguiente, piensa que no sólo le
dedicamos nuestro tiempo, sino que además queremos entenderle y le entendemos,
efectivamente.
Una
vez conseguido que el votante piense que queremos y sabemos entenderle,
podemos intentar que vaya más delante de modo que podamos conocer y comprender
mejor lo que nos interesa, sobre sus motivos de voto/no voto, sus hábitos
políticos, las personas en quien confía.
Para ello, necesitamos prepararnos para lanzarle apuntes y sondas que estimulen
que continúe la conversación. Pueden tener la forma de:
- frases que animan a continuar;
- preguntas abiertas, en nada parecidas a
las de tipo encuesta de las respuestas de investigación;
- poner el acento en una o dos palabras
del interlocutor, como modo de llamar la atención sobre lo dicho
previamente;
- impulsos en forma de una actividad
verbal mínima, como: “uh-huh”,”mmm”, sí, ya veo ,”ah”, “oh”, que
normalmente inducen al interlocutor a profundizar en lo que venía
diciendo;
- algún soporte escrito, un cuestionario,
una lista de comprobación, un breve comic…
Dominar
el arte de escuchar y el de preguntar/responder
nos ayudará a estar en “nuestra” sociedad y a hablar con nuestra gente para
que:
- nos concedan liderazgo,
- y conozcamos y comprendamos de ellos lo
que necesitamos para mantener una conversación en dos sentidos que acabe
con los votos en las urnas.
Naturalmente, también vamos a tener que llevar a cabo,
en determinados momentos, una comunicación persuasiva. Pero, cuando sepamos con
quién, sobre qué temas y cómo. Hoy, en el mundo político, es mucho mayor el déficit en escuchar que en
persuadir.
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SEMINARIOS: Conversaciones para coaligarse; Escuchar y contar historias; Prácticas de Gobernanza Eficaz; Organización para dirigentes políticos; Liderazgo Político Democrático
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