Los detalles de las prácticas a llevar a cabo se
desarrollarán en las entradas de estos meses siguientes. Pero, ahora, parece
interesante trazar unas grandes líneas que pueden servir para enmarcar la
reflexión, cuatro grandes etapas, que tienen en cuenta sobre todo los procesos
de los electores. Y esto, sin perder de vista que en diferentes divisiones
territoriales y sociales, los procesos de decisión pueden estar en distintas
situaciones.
Las grandes etapas que vamos a considerar aquí son:
Ø Sacar
el voto de los favorables/indecisos favorables.
Ø Acordar
lo que queremos.
Ø Compartir
lo que vivimos.
Ø Arrancar
y preparar la campaña.
Estas etapas se pueden desarrollar en el tiempo de la
siguiente manera:
v Fin
de abril y mes de mayo de 2.019: sacara el voto de los favorables/indecisos
favorables.
v Primer
cuatrimestre de 2.019: Acordar lo que queremos.
v Tercer
Cuatrimestre de 2.018: Compartir lo que vivimos; arrancar y preparar las
campaña.
SACAR
EL VOTO DE LOS FAVORABLES/INDECISOS FAVORABLES.
No todos los favorables a
una candidatura, acuden a depositar su voto el día de la elección. Se dice que
fácilmente un 10% de ellos no llega a
hacerlo. Si se consigue tener identificados aproximadamente a los electores
favorables seguros e indecisos, parece práctico concentrar los esfuerzos
finales en ellos, llevando a cabo acciones que les convenzan de la necesidad de
depositar su voto.
Naturalmente, esto requiere que anteriormente las acciones
de la campaña permitan ir identificando a estos favorables/indecisos
favorables, o llevar a cabo un proyecto de identificación durante el mes abril.
Y, también, será necesario
haber cubierto las tres etapas anteriores de modo que hayamos conseguido el
número de votantes favorables/indecisos favorables
ARRANCAR Y PREPARAR LA CAMPAÑA
La cantidad de trabajo a
invertir en esta etapa va a depender de si la candidatura/partido/gobierno
viene practicando algún tipo de campaña permanente, o no.
Si la organización
política está acomodada a una práctica burocrática y ritual, con poca atención
a sus votantes, puede ser costoso romper esa rutina. Si bien podría ser
posible, empezar por aquellas partes de la misma más inclinados al “activismo”
que al “ateneísmo”.
Ponerse “en modo campaña” puede
tener dos variantes. Desempolvar lo que se ha venido haciendo hasta ahora y
estimular su repetición sin mayor reflexión adicional. Esta es la más probable
(y peligrosa para los resultados), si, con multiplicidad de pretextos, se va
dejando pasar el tiempo sin hacer suficiente reflexión colectiva. ¿Dónde
estamos y a donde vamos? ¿Dónde querríamos estar como consecuencia de las
próximas elecciones? ¿Cómo llegaremos allí?
La reflexión global sobre
los resultados que otorgan un número de cargos electos, convendría viniera a
ser la resultante de sumar resultados parciales a obtener de unidades
territoriales menores – comarcas, municipios, barrios, secciones electorales –
o unidades sectoriales, a cuyo frente cabe contar con equipos que pueden asumir
la responsabilidad de conseguirlos.
La dirección - que va
ganando poder sobre la organización en la medida que logra acuerdos sobre el
punto de partida y el de llegada y el modo de cubrir el recorrido – va
diseñando los objetivos, la estrategia – sembradora/ coaligadora, comunicación
personal/masiva – el plan de la tareas a ejecutar, la obtención de fondos, la
organización – con especial atención a los responsables de las divisiones/campañas
parciales.
Estos diseños no pueden ser solo obra de
expertos, sino producción de un trabajo colectivo de reuniones, negociaciones y
entrenamientos, conducente a conseguir la mayor implicación de los efectivos
humanos disponibles. En todo ello, jugará un papel relevante el procedimiento
según el que se elijan las candidaturas.
Queda aún, un factor más
al que tradicionalmente no se le ha dado suficiente importancia: el lenguaje.
Hoy la vida pública de nuestro país se mueve con un lenguaje propio de aspectos
legales y técnicos, que recoge muy poco los valores de los electores. Superar
este desequilibrio será un factor relevante apara la eficacia de la
comunicación de la campaña. La importancia de esto nos lleva a dedicarle un
apartado particular, si bien, en las actuales circunstancias de tiempo, sus
operaciones tendrán que llevarse a cabo al mismo tiempo que las de arranque y
preparación.
COMPARTIR
LO QUE VIVIMOS (la comunidad, el municipio, el barrio)
Sin compartir una visión
de la realidad entre la candidatura y sus posibles votantes e incorporar los valores
de estos tanto en las propuestas como en el lenguaje utilizado, es improbable
que tenga lugar una comunicación política eficaz.
Por ello, hay que lograrlo
lo antes posible.
Hemos indicado en este
mismo blog, en varias ocasiones la utilidad de emplear el análisis narrativo
sobre anécdotas de lo que gusta y disgusta de las actuaciones de un gobierno/ partido/
candidatura a un número suficiente de votantes actuales y potenciales, dándoles
sentido en trabajo con líderes de opinión.
Este tipo de trabajos puede
dar lugar a elaborar un documento “El barrio/municipio
que vivimos”, que puede servir también para la educación política de las
comunidades de votantes.
ACORDAR
LO QUE QUEREMOS.
La comunicación política
es más eficaz si da cuenta de acuerdos candidatura/líderes de opinión sobre acciones
conjuntas que conducen a obtener mejoras concretas en la calidad de vida de los
votantes. Y todavía mejor si relatan pasos específicos en la línea de lograrlos.
En este sentido, la acción
realizada es más creíble que la simple promesa.
Acciones apreciables pueden
ser:
·
Modificar prestaciones actuales de la
institución.
·
Elaborar conjuntamente el programa funcional
de una nueva prestación o equipamiento.
·
Aprobar un plan a 4 años que incorpore las
mejoras.
·
Comprometer un plan estratégico del barrio/municipio.
En sucesivas entradas, y
dentro del marco de estas cuatro etapas, iremos ofreciendo métodos para llevarlas
a cabo.
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