La política es un
conjunto de prácticas cuyo valor individual y colectivo depende de la situación
en que se desarrolle, de las metas de sus actores y de los recursos que estos
puedan disponer o generar.
Por ello, es inútil
y, con frecuencia peligroso, intentar aplicar en ella reglas generales. Más
bien, debemos considerarlas como una de esas actividades humanas que se mejoran
en la medida que sus actores adquieren una maestría de las prácticas que se
desempeñen mejor en cada situación, respondan mejor a las metas individuales y
colectivas de los actores, y estos sean conscientes de los recursos de que pueden
generar/disponer.
En la entrada
anterior titulada MAESTRIA he expuesto lo que entiendo por ello, por lo que no
es necesario volverlo a repetir.
Aquí voy a plantear
una invitación a explorar con quien así lo quiera, cómo puede jugar esta
actividad directiva en la sostenibilidad/ desarrollo de las formaciones
políticas en un sistema democrático.
Solamente, y para
perfilar lo contenido en esa entrada, invito a que en esta exploración, se
vayan abandonando las reglas, consignas y doctrinas generales,
que sean otra cosa que estímulos y soportes
para que los actores individual y colectivamente lleven a cabo, de un modo
permanente “una conversación reflexiva con la situación” (Schön, 1983), para
evaluar/mantener/mejorar sus prácticas.
Una primera
exploración sobre si y cómo esto puede ser posible en la práctica política, nos
va a llevar a tomar en consideración, cosas como el lenguaje y los medios de
comunicación, el sistema de evaluar lo que puede considerarse como
deseable/indeseable, la posibilidad de contar con una teoría abarcadora, y el
marco de referencia que los actores tienen de su papel a jugar.
Y avancemos que todos
los intentos de definir esto burocráticamente desde una instancia superior y
central, está condenada al fracaso y que las prácticas que no se acomoden a una
determinada situación de estas cosas tampoco tiene muchas posibilidades más
allá de contribuir a una mala práctica de “decir una cosa y hacer otra”. Esta
incongruencia, en la medida de que está bastante extendida, es causante de
mucha de la desafección política que se vive hoy en los sistemas democráticos.
Por el contrario,
cuando en una situación, tienen lugar actividades como diálogos de
valores/prácticas entre los actores, reflexión individual y colectiva actores
que logran buenos resultados, juegos de compromisos/apoyos, entrenamiento de
nuevos por “buenos prácticos” veteranos que, a su vez, se entrenan para ello,
es frecuente encontrar una sostenibilidad de sus resultados.
Naturalmente, no
siempre esa sostenibilidad en los resultados es la meta prioritaria de todos los
actores, como hay sobradas experiencias.
En la próxima
entrada, voy a dar un salto sobre estas consideraciones metódicas, para avanzar
una colección tentativa de prácticas que podrían formar un primer ciclo de
formación y entrenamiento en la maestría de la práctica política.
En otra siguiente,
retornaré a las cuestiones aquí enunciadas, en parte para justificar y explicar
cómo puede ser viable este primer diseño, y por otro lado, para exponer mis
dudas sobre la extensión con que todo esto puede ser posible, en nuestra
coyuntura política.
Leer + en otras entradas de este mismo blog
PROXIMA CONVOCATORIA: "Maestria de la Práctica Política"
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