Maestria,
prácticas y política mala y buena
Parecería lógico pensar que, después de casi 40 años de
régimen democrático, los partidos
políticos, con sus grupos institucionales en el gobierno o en la oposición,
serían depositarios de una gran cantidad
de material de experiencia sobre malas y buenas prácticas políticas. Pero
no está sucediendo así.
Sí que es verdad que, en todos los partidos, hay
localidades donde pueden observarse, acercándose, buenas prácticas que aseguran
una sostenibilidad de sus resultados. Pero no suelen ser los casos normales,
sino más bien “desviados”. Y también en la comparación con otras localidades
con peores resultados se pueden distinguir las malas prácticas de las buenas.
Sin embargo, sus acciones formativas suelen tener muy
poco que ver con las prácticas (buenas/malas), sino más bien con ideas, o con
la mera ejecución de planes elaborados desde arriba. Nada que ver con la noción
de maestría que hemos avanzado en la primera entrada de esta serie
Todo ello, tiene su explicación en factores que
conviene identificar para saber en cada situación, lo que es posible avanzar en
la obtención de la maestría en la práctica política.
Buena
y mala política
Por razones, que, por simplificar, significaremos como
la mentalidad, estructura y prácticas burocráticas de las organizaciones
políticas – más acentuada que en otras partes de la sociedad – estas
organizaciones intentan producir en sus miembros comportamientos de “soldaditos
burocráticos”, dispuestos a actuar de auxiliares de sus dirigentes y ejecutores
de sus consignas. Así las acciones formativas que surgen de sus secretarías de
formación, escuelas y fundaciones van dirigidas a fomentar la conformidad con las
consignas superiores, lo que, con frecuencia, se muestra contradictorio con la
escucha profunda del votante y la elaboración de una política de abajo arriba.
La mentalidad burocrática y la competencia interna por
progresar personalmente en la jerarquía burocrática, tiene como consecuencia
una política en que los objetivos perseguidos son sobre todo los intereses
personales de los que quieren subir la cucaña jerárquica, sin mucha
preocupación por los intereses de los demás. En la medida que esta infección de
mala política se va extendiendo, la organización política puede cerrarse a los
intereses de su entorno significativo, y, como acaba siendo corriente en las
burocracias se cierra también a que está cerrada, y se cierra a que está
cerrada a percibir que está cerrada.
Y en la misma medida, la formación es más probable que
se haga sobre ideas o cuestiones de ejecución operativa, prohibiéndose
cualquier iniciaitva que pueda poner en causa la dinámica anterior.
Las consecuencias negativas en los resultados políticos
son de todos conocidos. Parecería que a estos dirigentes burocráticos no les
importarán los resultados en términos de votantes, donantes y voluntarios. En
todo caso, es seguro que les importan menos que sus intereses personales.
Este sería un ejemplo muy demostrativo de que los valores
priorizados determinan en que tienden a ser maestros los actores de una
organización. En estas estructuras burocráticas hay verdaderos maestros de las
coaliciones internas, pero a la vez ciegos por desinterés ante las coaliciones
externas.
El enfoque que sigue la maestría que proponemos
adquirir responde a unos valores diferentes y a una visión del papel de las
organizaciones políticas y sus miembros también diferente.
Las organizaciones políticas se conciben como orientadas
a los resultados de conquista y
ejercicio del poder en las instituciones, que configuran la eficacia a corto
plazo – votantes, donantes, voluntarios – y a medio plazo – capacidad para leer
las manifestaciones de votantes, donantes y voluntarios; de elaborar, ejecutar
y difundir unas políticas acordes con esas lecturas; de generar valor público
en las instituciones; de constituir y desplegar redes de activistas en apoyo de
todo ello, convirtiendo en activistas a voluntarios; de poner en práctica una
política financiera solvente.
Desde la normativa constitucional, los partidos
políticos concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y se
exige su funcionamiento democrático.
Para ir consiguiendo estos resultados, las
organizaciones políticas tienen una tarea primordial que puede definirse
alrededor de dos polos muy interconectados: dirigir/coaligándose, o, coaligarse/dirigiendo.
Dos notas más pueden completar esta definición general:
· Cualquier
maestro en esta práctica política, se encontrará en algún momento en conflicto
con una instancia “superior” de corte burocrático, que puede pretender
modificar sus buenas prácticas. La reacción burocrática será acomodarse a las
consignas superiores. La del activista/líder político, será no de acomodación
ni de rebeldía, sino de contribuir a la metamorfosis
de las interacciones a partir de un buen dominio de la capacidad de
coaligarse.
· Conviene
detenerse en diferenciar el liderazgo social que empodera grupos de ciudadanos
para sus objetivos particulares, del liderazgo político que contribuye haciendo
que se priorice entre intereses particulares y domina el juego institucional y
consigue recursos institucionales que pone a contribución
Leer + en otras entradas de este mismo blog.
PROXIMA CONVOCATORIA: Formación y entrenamiento en la "Maestría de la Práctica Política"
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