Ahora que está acabando el verano de 2.017, parece
un momento oportuno para pensar en el
fin del mandato 2.015/2.019, y reflexionar sobre cómo conseguir que las próximas elecciones no vengan a significar un empeoramiento de
los resultados políticos y, en lo posible, signifiquen una mejora.
Esta reflexión, para asegurar estos fines, debe
desembocar en algún tipo de agenda –
que determine lo que tiene que suceder para ello – y un plan político – que diseñe y ejecute en el tiempo las actuaciones
concretas.
En este papel, se van a recoger unas ciertas
guías para esta reflexión, deducidas de la serie de papeles que desde
finales de julio he venido publicando[1]
alrededor de tres ejes:
· el
empoderamiento de votantes, militantes
y activistas;
· la
necesidad de organizar el partido en
orden a los resultados políticos;
· la
dificultad que, tanto para uno como otro eje, significa el predominio del lenguaje y la lógica técnica –
administrativa, en las interacciones y comunicaciones políticas.
Bajo este título, sucesivos papeles van a recoger:
· Una
introducción, en dos partes, con 6 items sugeridos para la agenda política.
· Una
guía para diseñar las actuaciones a llevar a cabo en cada uno de los 5
cuatrimestres que quedan, ordenada por ejes de proyecto.
AGENDA
Conseguir
un lenguaje para conocer los valores y la evaluación de las prestaciones
públicas.
Este último eje, nos va a servir de primera instancia
de la reflexión. Difícilmente podremos hablar de agenda/plan político, si lo que en realidad cuentan
son ejecuciones presupuestarias, realización de planes urbanísticos o de
infraestructuras, programas de actividades, sin contar con su impacto en los
ciudadanos, la mejora de la calidad de vida desde los mismos, el valor público
generado.
Cómo conseguir un lenguaje y una lógica políticos tiene
que partir de interaccionar con los votantes, de modo que sea posible conocer cuáles
son sus valores/intereses, y cómo evalúan en función de ellos las prestaciones
que les ofrecen los partidos e instituciones.
En la medida que los partidos y grupos políticos
institucionales son capaces de obtener y procesar esta información, aumenta su
capacidad de prever los votantes que pueden perder y ganar, y tomar medidas al
respecto.
Esta información no se puede obtener de cuestionarios
de intención de voto, sino de interacciones directas de activistas con los
votantes actuales y potenciales y sus líderes de opinión.
Activismo/liderazgo
político
Actualmente, en la medida que los partidos y los
gobiernos mantienen interacciones más bien unilaterales, intermitentes y con lenguaje burocrático, han ido generando
desafección entre los electores, y los “votos sueltos” introducen inestabilidad
en los resultados.
En un sentido contrario, avanzar hacia establecer una
comunicación bilateral permanente, reduce la desafección y, a través del voto
“apalabrado” va dando estabilidad de los resultados.
Esto implica una mayor intensidad y permanencia de las
prácticas de comunicación con los votantes actuales y potenciales y sus líderes
de opinión. Para ello, se requiere tiempo de los líderes empleado en mantener
personalmente comunicación bilateral con su entorno, acuerdos de estos líderes
con militantes que tienen buenas prácticas comprobadas con su entorno político,
y que tanto unos como otros entrenen a los militantes como activistas.
Todas estas comunicaciones pueden generar un nuevo
lenguaje que para permitir identificar los valores de los votantes debe basarse
en un lenguaje narrativo, partiendo de la recogida y dar sentido a
anécdotas/relatos recogidos en entrevistas personales y encuentros colectivos.
No es fácil, ni es corto el tiempo necesario, para
conseguir cambiar las organizaciones para que funcionen así. Los escasos dos
años que quedan hasta las elecciones de 2.019, sí pueden permitir que se
produzca un avance importante, si se diseña un proyecto con el tiempo adecuado.
Una propuesta del diseño preliminar de este proyecto, vendrá recogida en sucesivos
papeles situados en el calendario de los cinco cuatrimestres que quedan.
Aquí, merece la pena mencionar que este proyecto ha de
conseguir:
· que
los dirigentes actúen como activistas en su entorno inmediato;
· que
se preparen para entrenar a militantes como activistas, tanto personalmente
como con la ayuda de otros entrenadores, buenos prácticos que quieran también
entrenarse para entrenar;
· que
se consiga ir trabajando los barrios y sus secciones electorales, escuchando
relatos de los votantes sobre lo que les satisface/ insatisface de las
prestaciones y relaciones de la institución y del partido y dando sentido a
estos relatos para deducir sus valores y las evaluación que desde ellos hacen.
Proyectos
estratégicos y planes de barrio
El contacto directo que consigue la red partidaria de
activistas hace posible que los proyectos
estratégicos – que definen las políticas, despejando incertidumbres y
conflictos – puedan tener su origen en los barrios, o, alternativamente, que
proyectos originados desde arriba puedan contar con la participación de
votantes, sus líderes de opinión y activistas.
Paralelamente, y
a partir de “dar sentido” a los relatos de los votantes – y quizá crear
un soporte como “El Barrio que vivimos”, en trabajo con los líderes de opinión,
se puede generar “El Barrio que queremos” y diseñar un conjunto de proyectos -
alrededor de los cuales se atarán los compromisos de coaligarse
activistas/líderes de opinión de los votantes - , que formen el plan estratégico del barrio.
[1] Estos
papeles están publicados como entradas en mi blog
www.marcoslekuona1.blogspot.com
Leer + en otras entradas de este mismo blog, y en la documentación del curso AGENDA Y PLAN POLITICO PARA MEJORAR/NO EMPEORAR RESULTADOS EN 2.019
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