El término “participación ciudadana” se utiliza para
etiquetar una gran variedad de posiciones tanto propositivas como prácticas,
que en cada situación concreta requiere un debate político para aclarar y
decidir qué se quiere decir y hacer cuando se usa tal etiqueta. Para que ese
debate pueda darse, es oportuno que cada participante avance su visión de lo
que quiere decir y hacer, para que sus hipótesis puedan dialogarse y debatirse
para llegar a una decisión madura sobre lo que tiene que ir pasando.
Mis hipótesis
Avanzo, pues, aquí mi propia posición de lo que entiendo qué
es la participación ciudadana y para qué sirve en la vida política actual. La
considero como unas hipótesis para confrontar y enriquecer por el diálogo y el
debate con otras.
Parto de una primera hipótesis sobre la profunda crisis que sufren los actuales sistemas
burocráticos de gobierno/dirección, en su pretensión de control
centralizado de una política de arriba abajo. Y la consiguiente necesidad de generar una política de abajo
arriba para armonizar los gobiernos y las direcciones con la realidad.
La política de abajo arriba no consiste en dar respuesta
individual a demandas particulares de cada persona. Desde muy antiguo el clientelismo ha sido el nombre de esta
práctica. Y más modernamente, los sistemas
de quejas, sugerencia y reclamaciones han surgido como instrumentos para
corregir las deficiencias de los servicios públicos en ejecución de las
políticas aprobadas.
En este sentido, una
suma de ocurrencias individuales por medios digitales, si bien puede dar la
imagen de unas preferencias colectivas, convendría fueran consecuencia de unas interacciones personales entre los
ciudadanos, en entornos cuya comprensión puedan compartir – tejido social,
confianza y liderazgos, comunidad – en cuyo contexto se vayan priorizando colectivamente las necesidades
y la alternativas.
Una política de abajo arriba así generada tiene dos
virtualidades muy relevantes en la vida pública:
·
Precisar mejor
la cualidad y la cantidad de las prestaciones públicas.
·
Dar oportunidad de coaligase maduramente con los
votantes.
Lo lejos que estamos
de esto
Tengo suficiente experiencia, y he vivido y visto
experiencias de todo esto como para no ser consciente de lo lejos que se
encuentran las instituciones en nuestro país de dar vía libre a que se vaya
generando una política de abajo arriba. La política casi exclusivamente se
diseño y aplica de arriba abajo.
Las mejores experiencias pueden observarse en municipios pequeños
y medianos casi no más que un barrio. En
los municipios grandes, las unidades de las que se parte –los distritos- son
demasiado grandes y heterogéneos para que la interacción para la participación
tenga lugar. Con frecuencia la “participación” tiene lugar por medio de
artefactos formales, que tienen por objeto legitimar la autoridad burocrática.
Lo que no impide que, a veces, ante problemas agudos, los ciudadanos no creen
sus propias asociaciones para luchar por resolver sus problemas.
Cuando los ciudadanos espontáneamente crean sus asociaciones
de defensa se dan condiciones que se acercan a la participación, y en lugares
donde esta defensa se ha dado necesariamente durante bastante tiempo es posible
que se hayan creado hábitos que resisten después de esa necesidad.
Lo que no suele haber – a pesar de rótulos de concejalías y
departamentos – es esfuerzos continuados y sistemáticos para fomentar las
interacciones entre los ciudadanos para compartir la visión de la realidad y
priorizar necesidades y alternativas, y para apoyar el desarrollo de
asociaciones sin pretender controlarlas.
Los políticos locales dedican casi todo su tiempo a asumir
la dirección operativa de la administración y muy poco al liderazgo ciudadano –
organización de barrios, participación.
Y por otra parte, los militantes de los partidos políticos
están desmovilizados de una tarea de interacción, educación y coalición con sus
votantes.
Una vía alternativa
La dirección operativa de las instituciones puede y debe ser
encomendado a directores profesionales, enmarcados en sistemas de gobierno,
como los presupuestos funcionales analíticos programados y proyectos
estratégicos, liberando así tiempo de los cargos públicos.
Los cargos públicos, los ejecutivos y los militantes/activistas de los partidos,
deberían asumir la tarea de estructurar barrios – unidades no mayores de
10.000/15.000 electores - y comunidades de votantes, en cuyo seno identificar
cuestiones problemáticas y generar liderazgos sociales. Contar con líderes de
opinión y líderes sociales es crucial para el desarrollo de la participación
ciudadana, en la que no cabe pensar que jueguen la mayoría de los ciudadanos
directamente.
Una política de abajo arriba, se puede ir generando en cada
barrio, si se parte de registrar lo que la gente ve como positivo/negativo para
su calidad de vida y se da sentido a estas manifestaciones, dado lugar a una
declaración de “El barrio que vivimos” como instrumento para compartir la
visión. De aquí puede oponerse “El barrio que queremos” como base para un plan
estratégico de barrio. Encontrar la armonización entre estos planes de barrio e
unidades mayores – distrito, municipio –pone en marcha la política de abajo
arriba, o la planificación participativa.
Un instrumento
operativo
La Técnica del Grupo Nominal contribuye a socializar los
intereses de los ciudadanos, evitando los efectos perversos de la dinámica de
grupo. Se aplica a grupos no mayores de doce personas. A estas personas no se
les va a pedir más de unas dos horas de su tiempo, sin perjuicio de que pueda
dárseles información de los resultados de otros grupos distintos al suyo.
La TGN puede servir para identificar
problemas, para explorar soluciones alternativas y para establecer prioridades.
Es una técnica especialmente útil cuando existe el riesgo de que algunos
miembros del grupo puedan influir en los demás con su elocuencia y/o cuando
resulta conveniente minimizar las diferencias de status entre los integrantes
del grupo. En cambio, no es recomendable para un simple intercambio de
información, para negociar o para decidir una política
En sesiones de este
tipo, se entrena a los ciudadanos en expresar sus intereses, escuchar los
intereses de otros, y priorizar los colectivamente.
Un reglamento [1]muy
estricto en su aplicación por el animador de la reunión, facilita la expresión
individual, la escucha, la comprensión de las posiciones y la priorización
colectiva.
Una docena de estos
grupos por barrio, ponen en marcha a más personas de las que es habitual, y sus
manifestaciones tienen una gran fiabilidad.
.
[1]Un
ejemplar de esta metodología, experimentada en nuestro país y otros, está a disposición de quien me lo pida.
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