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lunes, 24 de septiembre de 2018

UN ESTUDIO SOBRE EL CONTACTO POLÍTICOS - CIUDADANOS


nota.- no estoy satisfecho con esta traducción, así que he añadido el texto original
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CONSIGUIENDO LA “REALIDAD”: POR QUÉ LOS LÍDERES POLÍTICOS QUIEREN CONNECTAR CON LA GENTE CORRIENTE
Por Carolyn M. Hendriks y Jennifer Lees-Marshment (13/09/2018)

El reclamo para los políticos a “conseguir la realidad” e “ir al público” es más que por ganar elecciones. Los cargos públicos pueden diseñar espacios  de compromiso para seguir mejor estas necesidades.
Esta semana el Deputy NSW Premier John Barilaro advertía que los políticos necesitan abandonar sus elegantes ropas, ponerse sus vaqueros y conectar con la gente corriente. Normalmente, tal consejo no solicitado y que cruza la línea partidaria suele quedar en el aire, pero la NWS Premier, Gladys Berejikian  parece estar de acuerdo.
Saliendo de la burbuja política y conectando con la gente corriente,                                                                               este cambio de ropa, no es solo por sobrevivir en las batallas electorales, ayuda a nuestros líderes a tomar mejores decisiones colectivas, de acuerdo con la investigación que hemos llevado a cabo con 51 políticos seniors con experiencia ministerial en Australia, UK, NZ Canadá y USA.
Muchos de nosotros nos reiríamos ante la idea de que nuestros políticos están genuinamente interesados en interaccionar y escuchar a los ciudadanos corrientes. Haríamos broma de la idea de que los políticos pudieran encontrar nuestros puntos de vista perspicaces, incluso útiles para su toma de decisiones.  Y en la idea de que los políticos quieren más(o menos) oportunidades para encontrarse con los ciudadanos, podríamos decir, “¿A ver…realmente?
Pero estos son exactamente los sorprendentes resultados que surgen de un proyecto de investigación cualitativa en que 51 ministros de gobierno seniors  de UK, Australia, Nueva Zelanda y Canadá y USA fueron entrevistados acerca de sus puntos de vista sobre el compromiso público.

El compromiso público sería mejor servido si se diseña en espacios de diálogo informales donde los ciudadanos y los decisores puedan interaccionar constructivamente.
Más específicamente, los líderes políticos fueron preguntados si y como valoran el aporte del público cuando estaban gobernando, como consideran un proceso participativo “ideal”, que retos les plantea en la práctica el compromiso público y cómo ellos trabajan alrededor de estos retos.  Estos datos se recogieron como parte de un proyecto de investigación más amplio que explora el papel de la aportación del público en el liderazgo político contemporáneo.
Antes de este estudio, muy poco se conocía sobre los que los líderes políticos piensan acerca del compromiso público. Los optimistas han asumido típicamente que los líderes valoran cualquier tipo de aportación del público porque aumentan su capacidad de trabajar eficazmente como parlamentarios. Pero puede decirse de los ministros que tienen que tomar decisiones para electores (“constituency”) más allá de sus propios votantes? Los cínicos, por otro lado, han visto siempre cualquier intento de los líderes de implicarse con el público como meros medios de ganar más votos.
Nuestra investigación pinta una imagen más matizada sobre las visiones de los líderes políticos sobre el compromiso público.
Encontramos que los líderes políticos contemporáneos dan un gran valor a las aportaciones del público cuando toman decisiones colectivas. La aportación del público, tal y como escuchamos, informa su juicio, les ayuda a encontrar nuevas ideas y sobre todo les hace capaces de obtener una mejor comprensión o apreciación de los problemas. Como un ministro explicaba:
“Tienes que ser capaz de trabajar con la gente, de hablar con la gente. Este es tu mayor activo político, significa que tú puedes conseguir noticia avanzada de un problema,. Esta es la primera ventaja. Pero también significa que estás mejor informado cuando los intentos de alguno de contarte sandeces.  Yo he dicho “espera un minuto, que no tiene sentido”. Ello informa las preguntas que tú haces. Y la calidad de tu trabajo con frecuencia depende de las preguntas que tú has planteado”.
Cuando los líderes consiguen salir de la burbuja, están mejor situados para acceder a las historias personales de la gente que vive las realidades de las políticas públicas. Como otro líder plantea:
“Con frecuencia cuando estás diseñando una política, particularmente como una ministro, habrá una enorme cantidad de gente que será afectada. Y ser capaz de comprender estas partes prácticas de la política y como pueden afectar a la gente y cómo deberías pellizcarles, es por lo que pienso que con frecuencia estas historias personales son muy importantes.
Mientras los líderes pueden celebrar la aportación pública en abstracto, nuestra investigación descubría cómo procesos de consulta formal, tales como las reuniones públicas, son inútiles para los políticos. Muchos de los líderes políticos que entrevistamos se lamentaban cómo, frecuentemente, procesos de compromiso público son demasiado pautados, sobre estructurados y formales. En su experiencia tales eventos no producen aportación pública que sea útil para la toma de decisiones porque son espacios de desahogo y antagonismo más que de diálogo constructivo.
Los líderes orillan las limitaciones de los procesos convencionales de compromiso público buscando modos más informales y personales de interaccionar con el público. Los líderes explican que cuando la aportación del público es más cara a cara, conversacional, directa o uno a uno, pueden profundizar más en las cuestiones y acceder  “a perspectivas de base”. De acuerdo con un número de los líderes políticos que  entrevistamos, a veces es la espontaneidad de estos encuentros públicos informales lo que puede ser más persuasivo de todo.
¿Cuáles son las implicaciones democráticas de la preferencia de los líderes por interacciones con el público más informales y personalizadas? Alguno puede preocuparse porque las interacciones informales entre los decisores y los ciudadanos individuales ocurren fuera de la vista pública, es muy verosímil que privilegien los intereses privados sobre las razones públicas. Otros pueden preguntar correctamente acerca de la inclusividad de estas interacciones elite-ciudadanos y preocuparse por que los ciudadanos más privilegiados tendrán mayor capacidad para acceder a los líderes que los marginados,.
Aun reconociendo estos peligros democráticos, sugerimos que hay razones para ser más optimistas acerca del potencial democrático de interacciones informales entre los líderes políticos y el público. Nuestra investigación encuentra que los líderes disciernen particularmente acerca de quiénes son los que ellos eligen para escuchar en el proceso de recibir y digerir la aportación pública.
En conjunto, los líderes valoran las interacciones informales con los ciudadanos precisamente porque quieren ir más allá de las demandas de los individuos demasiado interesados y los grupos organizados en orden a escuchar las perspectivas y el conocimiento experiencial de la gente corriente. Los líderes políticos  celebran particularmente la oportunidad de ir más allá de su asesores políticos y los confines de la toma de decisión tecnocrática para escuchar ideas frescas.
Para ser claros no estamos pidiendo que los políticos siempre escuchen  o sigan los puntos de vista del público. Ellos tienen sus preferencias políticas y escuchan otras fuentes de aportación de empleados públicos, asesores, grupos de interés y su partido. Sin embargo, nuestra investigación pone en claro que muchos líderes políticos en el más alto nivel de gobierno desean conectar e interaccionar con ciudadanos individuales.
Su apoyo al gobierno participativo es, sin embargo, cualificado; en su experiencia los procesos de consulta formal como las reuniones públicas no producen el tipo de aportación pública constructiva y usable que ellos necesitan para informar sus juicios colectivos. Para este tipo de aportación pública ellos confían en interacciones informales, espontáneas con los ciudadanos individuales.
La práctica del compromiso público estaría mejor servida si se diseñara en el interior de espacios informales de diálogo donde los ciudadanos y los decisores puedan interaccionar constructivamente.
Crear espacios participativos donde los decisores se impliquen informal y productivamente con los ciudadanos podría ser un largo camino para dirigir el mensaje central de este estudio, que los líderes políticos contemporáneos desean conversaciones constructivas con los ciudadanos, no escenificaciones pautadas.

Este fragmento se basa en un articulo recientemente  publicado en la revuista internacional , Political  Studies, Hendrik, Carolyn y Jennifer Lees-Marshment. “Political Leaders and Public Engagement. The HIdden World of Informal Elite-Citizen Interaction”  



Getting ‘real’: why political leaders want to connect informally with everyday people
The call for politicians to ‘get real’ and ‘go public’ is more than just about winning elections. Officials can design engagement spaces to better suit those needs.
This week, the Deputy NSW Premier John Barilaro warned that politicians need to ditch their fancy suits, put their jeans on and connect with everyday people. Normally, such unsolicited cross-party fashion advice would have ruffled feathers but the NSW Premier, Gladys Berejiklian (pictured above), appears to agree.
Getting out of the political bubble and connecting to everyday people, it turns out, is not just about surviving election battles. It helps our leaders make better collective decisions, according to research we conducted with 51 senior politicians with ministerial experience in the Australia, UK, NZ, Canada and the US.
Most of us would laugh out loud at the idea that our political leaders are genuinely interested in interacting and listening to everyday citizens. We would scoff at the idea that politicians might find our views insightful, even useful for their decision-making. And on the idea that politicians want more (not less) opportunities to meet with citizens, we would say, ‘Come on … really?’
But these are exactly the surprising results that have emerged from a qualitative research project in which 51 senior government ministers from the United Kingdom, Australia, New Zealand and Canada and the United States were interviewed about their views on public engagement.
“Public engagement would be better served if it ‘designed in’ informal dialogical spaces where citizens and decision-makers can interact, constructively.”
More specifically, political leaders were asked if and how they value public input when governing, how they envisage an ‘ideal’ participatory process, what challenges public engagement poses to them in practice, and how they work around these challenges. This data was collected as part of a larger research project exploring the role of public input in contemporary political leadership.
Before this study, remarkably little was known about what political leaders think about public engagement. Optimists have typically assumed that leaders value any kind of public input because it boosts their capacity to work as effective MPs. But can this really be said of ministers who have to make decisions for constituencies well-beyond their own electorates?  Cynics, on the other hand, have always viewed any attempt by leaders to engage with the public as a mere means to win more votes.
Our research paints a more nuanced picture of how political leaders view public engagement.
We find that contemporary political leaders place a high value on inputs from the public when making collective decisions. Public input, we heard, informs their judgement, helps them source new ideas and above all it enables them to be able to gain a deeper understanding or appreciation of issues: As one minister explained:
‘’You have to be able to work off people, to talk to people. That’s your greatest … political asset…It means that you can get advanced notice of a problem. That’s the first advantage. But it also means that you are better informed when someone’s trying to bullshit you. I’d say “hang on a minute, that doesn’t make sense.” It informs the questions that you ask. And the quality of your work is often dependent upon the questions that you’ve asked.’’
When leaders get outside ‘the bubble’, they are better placed to access the personal stories of people living the realities of public policies. As another leader put it:
”So often when you’re designing a policy, particularly as a minister, there’ll be a huge number of people that will be affected. And to be able to…really understand those practical parts of the policy and how they might affect people and how you might need to tweak it [is] why I think often those personal stories are very important.’’
While leaders might celebrate public input in the abstract, our research uncovered how futile formal consultation processes, such as public meetings, are for political leaders. Many political leaders we interviewed lamented how often public engagement processes are too staged, over-structured, and formal. In their experience, such events do not produce public input that is useful for decision-making because they are spaces of venting and antagonism rather than constructive dialogue.
Leaders step around the limitations of conventional public engagement processes by seeking out more informal and personal ways of interacting with the public. Leaders explained that when public input is more face-to-face, conversational, direct or one-to-one, they can probe deeper into issues and access ‘on the ground’ perspectives. According to a number of political leaders we interviewed, sometimes it is the spontaneity of these informal public encounters that can be the most persuasive of all.
What are the democratic implications of leaders preferences for more informal and personalised interactions with the public? Some may be concerned that because informal interactions between decision-makers and individual citizens occur outside the public spotlight, they are more likely to privilege private interests over public reasons. Others may rightly ask about the inclusivity of these informal elite-citizen interactions and worry that more privileged citizens will have greater capacity to access leaders than the marginalised.
While acknowledging these democratic dangers, we suggest there are reasons to be more optimistic about the democratic potential of more informal interactions between political leaders and the public. Our research finds that leaders are particularly discerning about who they choose to listen to in the process of receiving and digesting public input.
On the whole, leaders value informal interactions with citizens precisely because they want to get beyond the demands of zealous individuals and organised groups in order to hear the perspectives and experiential knowledge of everyday people. Political leaders particularly welcome the opportunity to get beyond their policy advisers and the confines of technocratic-policy making to hear fresh ideas.
To be clear we are not claiming that politicians always listen to or follow public views: they have their own policy preferences and listen to other sources of input from civil servants, advisors, stakeholders and their party. Nevertheless, our research makes clear that many political leaders at the top level of government want to connect and interact with the public.
Their support for participatory governing is, however, qualified; in their experience formal consultation processes such as public meetings do not produce the kind of constructive and usable public input they need to inform their collective judgements. For this kind of public input they rely on informal, spontaneous interactions with individual citizens.
The practice of public engagement would therefore be better served if it ‘designed in’ informal dialogical spaces where citizens and decision-makers can interact, constructively.
Creating participatory spaces where decision-makers engage informally and productively with citizens would go a long way to addressing the central message of this study: that contemporary political leaders want constructive conversations with citizens, not staged participatory performances.
This piece is based on a recently published article in the international journal, Political Studies. Hendriks, Carolyn M and Jennifer Lees-Marshment (2018) ‘Political Leaders and Public Engagement: The Hidden World of Informal Elite–Citizen Interaction.’ Political Studies. Available online (early view).
Carolyn M. Hendriks is an Associate Professor at the Crawford School of Public Policy at the Australian National University (ANU). Her work examines democratic aspects of contemporary governance, including participation, deliberation, inclusion and representation. She has taught and published widely on the application and politics of inclusive and deliberative forms of citizen engagement. She is the author of over 40 published works, some of which have won awards including the Mayer Journal Prize for best paper in published in 2017 in the Australian Journal of Political Science. @CarolynHendriks
Jennifer Lees-Marshment is an Associate Professor in political science at The University of Auckland in New Zealand. Author/editor of 14 books, Jennifer is a world expert in political marketing with additional research interests in public input, leadership, and governance. Her most recent work The Ministry of Public Input (Palgrave 2015) won the IAP2 Australasia Research Award. Jennifer was academic advisor to TVNZ’s Vote Compass in the 2014 New Zealand election and Chair of the Magna Carta 800 committee for NZ in 2015. @jleesmarshment

viernes, 21 de septiembre de 2018

LA DIRECCION DE LAS CAMPAÑAS, LA DIRECCIÓN POLÍTICA Y LA DIRECCIÓN CONSCIENTE





Una actividad basada en proyectos no es imaginable que sea eficaz sin una dirección apropiada. Por ello, la actividad política resulta con frecuencia tan poco eficaz.

La falta de políticos que dirijan adecuadamente su actuación, se puede explicar por la gran cantidad de ellos que llegan a los cargos públicos sin experiencia previa en dirigir organizaciones, o con experiencias contraproducentes. El estado de las instituciones y los partidos no es adecuado para aprender a dirigir, salvo que el nuevo cuente con algún mentor que sí domine estas prácticas de dirigir.

Esta nota pretende recoger algunas sugerencias para el entrenamiento en el arte de dirigir que puede contribuir a la eficacia de las campañas políticas/dirección política.
Esta eficacia viene graduada por el alejamiento de los modos autoritarios/burocráticos de imponer consignas e ideas de abajo arriba – liderazgo heroico-, hacia modos que van constituyendo un sistema de liderazgo suficiente que implica auténticamente en la acción a todos los recursos disponibles.

Votar, finalmente es una acción individual. Cada elector tiene su manera y sus motivos de decidir sobre si votará/no votará y a quién votará. Cuanto más precisamente una candidatura pueda llegar a apreciar esto, más segura estará de los resultados que pueda prever y podrá tomar sus decisiones de dirección conscientemente.
En lo posible, no deberíamos hablar de una campaña electoral, sin tener en cuenta que debería ser una suma de campañas parciales que se ocuparan de conseguir influir en las decisiones de los electores.



La influencia en los electores, persigue acompañarlos en sus procesos de decisión, de modo de ir consiguiendo su preferencia, apoyo y voto efectivo en las urnas. Son estas tres decisiones diferentes y conseguir que sean favorables a una candidatura exige acciones diferentes. Olvidarlo, puede traer con frecuencia consecuencias negativas en la meta final de los resultados. No basta con lograr la preferencia. El apoyo de los votantes puede prestar unos recursos inapreciables. Y conseguir que todas las preferencias comparezcan realmente en las urnas el día de la elección puede estar poniendo en juego – en unas elecciones municipales –un concejal y hasta una alcaldía.

Las campañas parciales tendrán diferente dimensión según el grado individual/colectivo de identificación que se tenga de los electores. Una campaña de medios masivos puede reforzar el impacto de la acción individualizada y cubrir los huecos que deje ésta, siguiendo una pauta genérica de los procesos de decisión de los electores.

La dirección consta, básicamente, de tres momentos:
v Ser conscientes de “¿dónde estamos?” y “¿a dónde estamos yendo?, y esto tanto a nivel global de resultados/recursos, como de los resultados/recursos en cada una de las divisiones que dan lugar a cada campaña parcial.
v Acordar “¿dónde queremos ir?” como consecuencia de los resultados electorales.
v Diseñar y poner en práctica “¿cómo llegar a donde queremos ir?”.

A partir de una primera estimación, estos tres momentos serán objeto de ajustes y redefiniciones a lo largo de la campaña, en función del feed-back que la experiencia vaya proporcionando.

Que todo esto vaya pasando, vas a ser función de que se vaya constituyendo un sistema de liderazgo, como fruto de un proceso de compartir la realidad y los objetivos entre los actores relevantes en cada momento, diseñar y asignar una tarea eficaz y entrenar los que deben llevar a cabo eficientemente la tarea.




Los entrenamientos de juntar gente/coaligarse deben referirse también tanto a los momentos que constituyen la dirección como a la constitución del sistema de liderazgo, y dedicarse a todos los actores que participan —núcleo directivo, cuadros, entrenadores, activistas, líderes de opinión, votantes.

Un buen instrumento inicial para llevar a cabo estos entrenamientos, puede ser editar y proporcionar a los actores unas Guías de Operaciones, que sirvan para que cada actor en cada situación y tiempo, reflexione sobre lo que está pasando y diseñe en el sentido de una dirección consciente los pasos que irá dando a continuación.
En sucesivas entradas iré sugiriendo borradores para ir elaborando estas guías por directores y asesores de campañas










miércoles, 19 de septiembre de 2018

LO QUE CONVIENE HACER PARA NO PERDER/GANAR VOTANTES





Los proyectos, tanto a corto como a medio plazo, que pueden formar una campaña electoral, van a producir unos resultados que van a depender en gran medida de que tengamos claro lo que, en cada situación conviene hacer para no perder/ganar votantes.

Sin perjuicio de detallar en entradas sucesivas de la Guía de Campaña, “cómos” específicos para materializar estas prácticas, aquí pretendemos contribuir a ir abandonando algunos modelos que fueron útiles en el pasado, pero no ahora.

En los primeros años de la democracia, resultó útil un modelo, influido por el marketing de los productos de gran consumo. Un consumidor más bien pasivo, recibía unos mensajes a través de medios masivos deducidos de un conocimiento general de las preferencias.

En otros lugares, he descrito este modelo como una “estrategia sembradora”, o de obtención de “voto suelto”.

A lo largo del tiempo, la experiencia ha ido mostrando las limitaciones de este modelo que no tenía en cuenta el proceso de decisión del elector. No responde automáticamente a los mensajes. Suele tener cerca personas que le influyen (los líderes de opinión). La experiencia de la relación con gobiernos y partidos pueden influir tanto o más que las promesas electorales que hacen los mensajes.
Por otro lado, conviene tener en cuenta que, frecuentemente, para obtener una buena mayoría de votos, basta con no más de la tercera parte de los electores,  y que llegar a ellos por medios masivos, implica una pérdida importante de los mensajes.

En diversos lugares se ha comprobado cómo otro modelo, basado en acercarse a los votantes individuales, a través de activistas, apreciando sus prioridades, coaligándose con sus líderes de opinión alrededor de proyectos de mejora de la calidad de vida en colectivos concretos de barrios/secciones electorales (“estrategia coaligadora”), produce un voto “apalabrado”, más seguro a corto plazo y estable a medio plazo.

Naturalmente, este cambio no es meramente teórico, sino que puede tener lugar en la medida que las prácticas de dirección, propician una política de abajo arriba, y, para ello, constituir redes partidarias (dirigentes, cuadros, activistas, líderes sociales y de opinión, votantes actuales y potenciales). Estos pueden ser procesos que se lleven a la práctica de modo muy diverso, e incluso no tener lugar nunca.

Tanto, la consideración de las diferentes prioridades y procesos de decisión política de los votantes, como el desigual desarrollo de las redes partidarias, va a aconsejar diseñar la campaña electoral para unas elecciones, no como una construcción unitaria, sino más bien como la suma de un conjunto de campañas parciales que corresponden a sendas divisiones territoriales (barrios, secciones electorales), o segmentos por intereses.

De este modo, la “clásica” campaña de medios masivos, viene a ser una de estas campañas, que tiene como propósito reforzar a las demás y cubrir huecos que no puedan alcanzarse con medios más personales.





sábado, 15 de septiembre de 2018

UN INCISO PARA RECORDAR LO DICHO PARA EVALUAR REL PUNTO DE PARTIDA DE LA CAMPAÑA








Agenda y Plan Políticos para 2.018 y 2. 019 (XI)
QUE HACER EN EL PRIMER CUATRIMESTRE DE 2.018/ “LO QUE ESTAMOS VIVIENDO” (5)

Apreciar el valor público percibido por los votantes


Los electores van a ir decidiendo, recibiendo impactos y reaccionando, modificando o no sus percepciones y actitudes políticas hasta el momento de depositar la papeleta en las urnas. 
Esa decisión final, va a ser consecuencia de sus cambios de percepciones y actitudes, mezclados en una síntesis que sólo puede tener una de cinco salidas: votar a la misma lista anterior,  no votar, votar otra lista, votar en blanco, hacer voto nulo.
Qué puede provocar  esos cambios de percepciones y actitudes?
El elector es singular y procesa de muy diversas maneras – recordando a dando peso más a unos que a otros -los diversos impactos que van produciendo  en él los contactos con cada uno de los sujetos políticos en competencia.


La singularidad de cada elector lleva a considerar que el primer valor que puede apreciar  es el ser escuchado y atendido por una persona que pueda representar a la organización/candidatura en cuestión. De aquí, la importancia de contar con una red de activistas partidarios para mantener los votantes actuales y, eventualmente,  conquistar nuevos. Siempre, será más seguro para adecuarse al peculiar procesamiento de la información que hace cada elector, como hay bastantes experiencias que muestran la incidencia de la comunicación personal en los resultados electorales.

El elector, al mismo tiempo, va a apreciar las prestaciones públicas que recibe, los proyectos de futuro, la ideología, los candidatos y cargos públicos, la gobernanza de la institución, en su caso.

Cada dirección debe encontrar, y conviene lo sea desde este primer cuatrimestre, un modelo conceptual para entender y tomar decisiones operativas al respecto, so pena de banalizar su comunicación. Estas decisiones tienen que ver con el entrenamiento de los activistas (yendo un poco más allá de los “argumentarios”), y con la promoción en determinados grupos de electores de prestaciones, comportamientos y candidatos/cargos.

La información para dar vida concreta a un modelo que capte operativamente situaciones específicas, podría irse consiguiendo, utilizando los siguientes métodos:

v El presupuesto por programas funcionales analíticos.

En gobiernos con sistemas bien desarrollados, sus actividades vienen descritas y programadas en términos de beneficiarios/prestaciones/gasto, lo que permite apreciar de modo permanente el valor público producido, y al mismo tiempo el sistema es, a su vez, un valor.
En este cuatrimestre, sería oportuno comenzar por identificar las actividades singulares que lleva a cabo la institución y elaborar una estructura funcional del presupuesto, analítica hasta al menos, 5 dígitos.

v Encuestas
Las encuestas de intención de voto, de percepciones y preferencias de gobiernos, candidatos y partidos permiten seguir la valoración de los electores. Un marco más avanzado podrían ser las encuestas sobre su calidad de vida desde los propios electores.
Unas primeras encuestas podrían dedicarse a conseguir una segmentación de los datos por barrios. Para ello convendrá manejar un cuestionario limitado que permita una muestra amplia, con un coste asumible.

v El trabajo de campo de los activistas, escuchando.
En organizaciones locales que tienen bien enraizado el activismo/liderazgo político, los activistas aprenden a actuar como trabajadores de campo y escuchan de modo que pueden dar cuenta de las valoraciones de los votantes. Y cuando llevan a cabo sesiones de trabajo colectivo productivas, pueden llegar a obtener mejores predicciones que las encuestas y a un nivel que permite imaginar respuestas más ajustadas a las situaciones. Bien es verdad, que todo depende de lo enraizado que el activismo esté en la organización. Esta tarea deberá incorporarse desde el principio a este desarrollo. 

A lo largo, de los cuatro cuatrimestres de la campaña, iremos viendo cómo se podrán ir desarrollando el valor público percibido por los votantes y las acciones que podrían llevarse a cabo para mejorar esa percepción

Ø Eliminar prestaciones/comportamientos.
Ø Introducir modificaciones en proyectos en marcha para acomodarlos a los intereses de los votantes.
Ø Poner en marcha nuevos proyectos, en el marco temporal de que se dispone
Ø Crear grupos de proyecto estratégico alrededor de problemas mal definidos.
Ø Elegir candidaturas a partir de valoraciones de los líderes de opinión de los votantes.



Naturalmente, todas estas acciones pueden comportar su comunicación política, que siempre serán más eficaces, más fácilmente percibidas que los argumentarios generales, de lo bueno que es un candidato, lo que ha hecho y/o lo que promete hacer.




Un factor que también tendría que considerar la dirección desde el principio es el del lenguaje, buscando sustituir el exceso de lenguaje técnico-burocrático por un lenguaje que exprese los valores de los electores. El desarrollo y utilización de este lenguaje vendrá explicado en las propuestas para el el activismo/liderazgo político en el próximo cuatrimestre. Si bien, en lo que fuera posible, en éste convendría acordar que en él se va a considerar la recogida de historias de los votantes que ilustran mejoras/empeoramientos en su calidad de vida y su tratamiento  (“el barrio que vivimos”) y la elaboración posterior de propuestas de mejora (“el barrio que queremos”).[1]


[1]  A este respecto, puede verse en este mismo blog la entrada “Un ejemplo de aplicación de métodos narrativos para elaborar una política de abajo arriba, a partir del os barrios de un municipio” (22 de abril de 2-012)




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si no lo hemos hecho hasta ahora, ahora puede ser el momento de pensar en hacerlo, y hacerlo