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domingo, 24 de abril de 2011

MALA Y BUENA POLÍTICA
En los medios profesionales que se ocupan de la experimentación de nuevas maneras de gobernar y dirigir, están cobrando fuerza dos ejes de pensamiento:
  • La incorporación de las nociones de la ciencia de la complejidad, en sustitución de las aproximaciones simplificadoras de la organización-reloj;
  • y la visión del papel central y crucial de la política en la organización, como superación de los bloqueos inoperantes que está poduciendo la mentalidad autoritaria/ burocrática/ racional.

Esta vision persigue que los miembros de las organizaciones vayan percibiéndolas como colecciones de grupos de intereses en competencia mutua. Y a la política, entonces, como el proceso a través del cual se concilian las diferentes perspectivas, de modo que se realizan los cambios, y se formula y se lleva a cabo la estrategia organizativa.

La política se define, pues, como los esfuerzos deliberados hechos por los individuos y los grupos en las organizaciones para usar el poder en la prosecución de sus intereses particulares. Así reconocemos que los intereses personales son una manera de generar energía y motivación para conseguir alcanzar los objetivos. Aún más ideas bienintencionadas que están en oposición entre sí, pueden ser un activo, no una desventaja. Pueden crear conflictos productivos que estimulen la innovación.

En una organizacion, el poder está más disperso de lo que comúnmente se cree. Con cierta frecuencia, las luchas internas por el poder, abiertas u ocultas, debilitan los recursos que se emplean en alcanzar resultados (¿para quíén?)

Desde esta perspectiva - y sin obviar que hay un camino bastante largo de aprendizajes y adaptación para aceptarla como legítima en la vida oficial de las organizaciones - si es fácil ahora hacer una distinción bastante clara entre lo que podrìamos llamar un uso ilegítimo y un uso legítimo del poder, una política mala y una política buena.

La distinción radica en los valores que ejecutan con sus comportamientos lo que ejercen el poder - por supuesto, no en los que pregonan, salvo que éstos coincidan con los ejecutados. Y la clave de ello se encuentra en que el que ejerce el poder lo haga únicamente en función de sus intereses particulares, sin importarle violar los intereses de los demás (mala política, negativa); o que actúe equilibrando su propio interés con el interés de los otros (buena política, constructiva). Hay una línea muy fina entre el uso y el abuso del poder. Todos estamos familiarizados con los peligros de desligar el poder y la política de un marco de referencia ético.

Históricamente, y en el plano de las ideas, los principios de la democracia política nos ofrecen un modelo para entener el uso del poder en concordancia con los intereses a largo plazo de otros. El rigor con que esos principios son llevados a la práctica en cada organización - y en cada sistema político - , en función de las reglas que se ha dotado para ello, nos permitirá encontrar situaciones de política constructiva, o de lo contrario.

Los individuos que se orientan decididamente hacia empoderarse empoderando - y no manipulado a otros -, han alcanzado un balance entre su interés propio y el interés de otros. Los políticos constructivos adquieren un compromiso sustancial para aprender a incrementar la comprensión personal e interpersonal, de modo de ser capaces de comprender bien las propias motivaciones y las motivaciones de otros, reconsiderar las actitudes personales ante el conflicto, la integridad y el uso responsable del poder. Y así pueden atreverse a ejerce un liderazgo suficiente que vaya generando situaciones que comprometan los mejores recursos con que cuente la organización.

La política en una organización, puede describirse, pues, como un "activo democrático" que representa la capacidad de los individuos de influir en el modo en que son gobernados. La actividad política constructiva proporciona oportunidades para hacer que las cosas pasen de un modo que incremente la libertad, la decisión y la autonomía personal. Y, por supuesto, y al mismo tiempo, la eficacia de la organización.

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