Una reflexión para ayudar a la coalición gobierno/administración
Este papel – de título
provisional tentativo – pretende servir de soporte de diálogos con los
sindicatos y comités de trabajadores públicos, así como con los propios
trabajadores públicos en cualquier rango, y los políticos de los gobiernos
locales y autonómicos. . El objeto de estos diálogos es romper con una situación, sostenida a lo largo de la vigencia del
régimen democrático, en la que la
apreciación de cuál deba ser y sea el servicio que las instituciones públicas
deben proporcionar a los ciudadanos queda reservada exclusivamente a los
políticos.
En la práctica, esta
exclusiva se ha obviado muchas veces al producirse una intervención informal de los trabajadores de la administración en
las decisiones correspondientes. Lo que indica que esa exclusividad no responde a la verdadera naturaleza de la
situación pública. Y esto por dos suertes de circunstancias: por una parte,
los políticos, frecuentemente, atrapados por la gestión del día a día, pierden
de vista las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos; por la otra, muchos funcionarios que prestan
directamente servicios a los ciudadanos,
están en condiciones para recoger cuáles sean esas necesidades y aspiraciones y
cómo evalúan los ciudadanos tanto las prestaciones recibidas como los comportamientos
de administradores y políticos.
Valor público, resultado social, calidad de
vida.
Las instituciones
públicas se justifican por las prestaciones que proporcionan en función de los
recursos financieros y de autoridad de que disponen. Existen, al respecto,
diversos métodos para objetivar esta contribución, lo que hace innecesario
dejarlo encomendado únicamente al juicio personal de los políticos.
Si se objetiva la
contribución de las instituciones públicas, es posible que sea compartida por
todos los miembros, políticos y funcionarios de la misma. Y que, al mismo
tiempo, se establezcan y evalúen metas de realización que permitan construir
una jerarquía de metas/tareas.
Así los trabajadores
que prestan directamente los servicios – el “personal de frontera” – pueden
responsabilizarse de determinados resultados y obtener una información sobre la
evaluación que los ciudadanos hacen de los servicios prestados y de la
institución.
La jerarquía que,
según el tamaño y complejidad de la institución, sea necesario constituir no
deberá basarse únicamente en los estudios de sus titulares, sino que además
deberá contar con la experiencia y desempeño de las “personas de frontera”,
promocionadas tanto vertical como horizontalmente.
De este modo, se
afianza la mejora de los métodos de trabajo en la prestación de los servicios
con ventaja para la eficacia y eficiencia de los mismos, en el marco de las
normas existentes.
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Desarrollo de una dirección operativa
No es lo mismo tener
una visión de lo que debe ser una situación que ser capaz de producirla. Por
eso en todo tipo de organizaciones se entiende oportuno diferenciar entre lo
que sería la dirección estratégica (política) de la dirección operativa, sin
perjuicio de asegurar las interacciones prácticas entre las mismas.
La administración de
nuestro país adolece de falta de cultura, tradición y prácticas de estudio de
las operaciones materiales que entregan el valor a los usuarios de sus servicios
y a los ciudadanos en general. Generalmente, los puestos y las estructuras de diseñan desde
arriba con muy poca atención a cómo de ejecutan los trabajos.
Existe, en cambio,
amplia experiencia y bibliografía sobre el diseño de operaciones de servicios,
fruto del trabajo en todo el mundo sobre actividades de servicios tanto
privados como públicos. Las metodologías de diseño de servicios eficaces – las que
logran la satisfacción de sus usuarios prestan especial atención a los puntos
de encuentro entre el prestador y el prestatario de los servicios y a la
coproducción del servicio por parte del prestatario. Una aplicación de estas
metodologías podría contribuir a una más precisa definición de los cometidos de
funcionarios como policías, trabajadores, sociales, culturales y deportivos,
agentes de desarrollo local, oficinas de atención al público, inspectores…
En la medida que los
empleados públicos que desempeñan estos papeles de “frontera” sean capaces de
desempeñarlos bien, sería lógico que participaran en operaciones de
priorización de actividades – calidad y facilidad – y previsión de la demanda.
Y así dejar cerrada la vieja querella políticos/funcionarios sobre la
alineación de estos con la política.
Buenos prácticos en
estas operaciones serían los candidatos ideales a una promoción horizontal, a
asumir el papel de entrenador de los operativos, y de supervisor, jefe de
equipo, negociado o cualquier otro título que cubra cometidos de mejora de
métodos de trabajo y de motivación.
En organizaciones
suficientemente grandes, un puesto de jerarquía intermedia podría ocuparse de
seguir los resultados sociales que se han acordado deben obtenerse de las
operaciones, y de cuidar la buena forma de la jerarquía inmediata.
Las direcciones deben
recoger y asumir las políticas y rehacer los programas desde la base, con la
ayuda de la jerarquía.
Formación
Nada de esto podrá
pasar sin una seria inversión en formación no intensiva sino continuada del
personal.
Un curso de unas 200 horas podría comprender
las siguientes materias:
v Los organismos públicos (16 horas)
v Aplicación del Derecho, interpretación y
diseño de normas (20 horas)
v Las organizaciones de servicios (20 horas)
v El trabajo administrativo y la tecnología de
la información (50 horas)
v Normalización del procedimiento y del trabajo
administrativos (20 horas)
v Procedimiento y gestión económica y
financiera (20 horas)
v Procedimiento y gestión de la contratación administrativa
y las compras (16 horas)
v Procedimiento y gestión de la función pública
(16 horas)
v Desarrollo de comportamientos organizativos –
análisis, comunicación, cooperación/conflicto, negociación, entrevista, reunión
– (40 horas)
Se trata de una
hipótesis que habría que acomodar para cada institución, en el tiempo, en los
diferentes tipos de puestos y jerarquías.
Otros tipos de
formaciones podría orientarse a entrenar al “personal de frontera”, en las prácticas de funciones ejecutivas en
los miembros de la jerarquía, y a desarrollar la función directiva profesional
y autónoma.
Puestos y su valoración y promoción
Estas realidades
puestas de manifiesto pueden permitir huir de las rpt’s con puestos definidos
teóricamente en funciones abstractas.
Tanto la definición de
los puestos como su valoración sólo pueden hacerse pacíficamente y con solvencia
con
un método de
jerarquización, administrado por un comité paritario – gobierno/dirección,
sindicatos- que aplique una metodología previamente acordada y registrada en un reglamento consensuado y minucioso, en
el que se acepte que su cumplimiento
sea vigilado férreamente por un árbitro
imparcial, contratado al efecto.
A las personas debe
podérseles ofrecer vías de promoción tanto vertical, en la jerarquía; como
horizontal, en el reconocimiento de la mejor calidad del trabajo.
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