Agenda
y Plan Políticos para 2.018 y 2. 019 (X)
QUE
HACER EN EL PRIMER CUATRIMESTRE DE 2.018/ “LO QUE ESTAMOS VIVIENDO” (6)
Hablamos
de coaliciones internas, como contraste con las coaliciones externas a la
institución que han sido objeto de las entradas anteriores, porque éstas de las
que vamos a tratar ahora tienen lugar con personas, que, si bien son muy
distintas entre sí, forman parte de la institución. Ambas – la coalición con
otros grupos políticos y la coalición con la dirección operativa – comparten la
cualidad de que el nivel de la madurez de estas coaliciones, puede ser un
reductor o un multiplicador del poder del grupo político/gobierno.
Hay
bastantes – y quizá muchos – gobiernos que están atrancados en sus intentos de
controlar la Administración.
También
se pierde mucho poder institucional, si hay al frente gobiernos que logran
mayorías aritméticas que se basan en coaliciones poco maduras.
Lograr que la organización de cada institución – las relaciones
entre los miembros del gobierno, y entre éste y los miembros de la administración
– contribuya a la eficacia por medio del empoderamiento de su gobernanza, no es
cuestión que pueda resolverse en el tiempo que estamos considerando. Probablemente,
lograrlo requiere una permanente preocupación de los actores en presencia por conseguir
suficiente nivel de cooperación en las relaciones internas que contrapese los
conflictos que, naturalmente, se van generando en la vida organizativa. Por lo que,
todo momento es bueno para empezar a preocuparse por aprender a ir mejorando el
equilibrio cooperación/conflictos. La mejora de eficacia se va logrando en cada
paso que este proceso avanza, al menos en términos del tiempo rescatado de la
lucha interna, que pueden dedicar los actores tanto a producir más valor público,
como los actores específicamente políticos a mantener/desarrollar sus
resultados de votantes, donantes y voluntarios.
El primer paso en estos procesos, que habría que cubrir
en este cuatrimestre, es que los actores comprendan esta relación organización/eficacia,
y, en su caso, decidan ir acomodando sus comportamientos organizativos a hacerla
positiva.
La mejor situación se logra cuando las personas que
tienen que trabajar juntas para conseguir ciertos niveles de resultados
organizativos, actúan para “crecer juntos”
(en latín, “coalescere”), coaligándose. Es esta una situación no fácil de
lograr, pero avances en este sentido contribuyen al mejor empleo del tiempo de
las capacidades existentes, incluso en aumentar éstas.
1.-
En los gobiernos de varios partidos (y también en muchos casos,
los que tienen un solo partido) hay dos tipos de incertidumbres que inducen a
los concejales a intentar “crecer por su cuenta”. Es este un comportamiento
racional cuando el concejal percibe que no va a encontrar en una acción de colaboración
con los otros miembros del gobierno una buena solución a sus dos grandes incógnitas: cómo ejercer bien su cometido de
concejal y cómo conseguir que su grupo consiga mejores resultados electorales y
con ello él mantenga/mejore su posición en la institución.
Esta situación cuyas consecuencias negativas sufren
todos los políticos, puede superarse a medida que cada grupo político reconozca con qué otro grupo necesariamente tendrá
que coaligarse en el futuro y merecería la pena llegar a acordar cómo “crecer
juntos”. Un paso en este sentido, podría darse compartiendo el mapa político
electoral (el sistema de inteligencia que hemos descrito en la entrada “Definiendo
y redefiniendo…”) y reflexionando juntos cómo pueden mejorar sus resultados sin
necesariamente “robarse los votos” unos a otros. Esta reflexión debería
producir, entre otras cosas, una consideración de cuál es la composición de la cifra
de abstencionistas, a partir de la que cada grupo podría aprender a trabajar para mejorar sus resultados con ellos.
En este cuatrimestre, la agenda podría incluir el
comienzo tentativo de estas reflexiones, en la medida que un grupo o una persona
- ¿el alcalde? – vayan logrando liderazgo sobre la base de proporcionar a los
concejales respuesta cumplida a asegurar cómo se ganan – o al menos, no se
pierden – votantes.
Sin dejar de tener relación con lo anterior, ayudar a
despejar la otra gran incógnita de cómo cumplir con su cometido de concejal y los
compromisos electorales, sin necesidad de perjudicar la coalición con los votantes
ni en el gobierno.
No es fácil hacer esto – y hasta puede
que, en ciertos casos esto sea imposible – pero hay ejemplos de haberlo
conseguido.
En todo caso, podrían tomarse ciertas acciones de mejora
en una reflexión común sobre las cuestiones como las siguientes.
v Se
pierde mucho poder institucional, si hay al frente gobiernos que logran
mayorías aritméticas que se basan en coaliciones poco maduras. Estas
coaliciones poco maduras- con pocas metas comunes y alto gasto de energía en
conflictos internos que no se resuelven – pueden darse, y de hecho, se han dado
en gobiernos de un solo partido con mayoría absoluta. Y se están dando en los
gobiernos de coalición de partidos y en los gobiernos minoritarios
consecuencias de las elecciones de 2.015
v Se coaligan las
personas, antes que los grupos o los partidos.
v Coaligarse es una
práctica contradictoria con la imposición/mando que es la práctica más
extendida.
v Las negociaciones
que pueden llevar a una coalición madura, requieren mucho más tiempo para su
constitución y mantenimiento que los que
habitualmente se les dedica.
v En la medida que
los partidos que se coaligan no visualicen ni compartan la realidad
político-electoral del municipio, lo más habitual es que cada uno esté pensando
en “robarle la cartera” a algún socio.
v Operativamente,
faltan reglas sobre cómo tratar los desacuerdos, cómo tomar decisiones sobre
asuntos globales, como presupuestos, nombramientos, protagonismos o
comunicación.
v La estructura
política por concejalías funcionales balkanizadas contribuye a hacer más
difícil la madurez de las coaliciones.
v Muchos de los
votantes de cada partido no entienden bien lo que significa un gobierno en
coalición o minoritario y se hace poco por educarles en ello.
2.- Hay bastantes – y quizá muchos – gobiernos
que están atrancados en sus intentos de controlar la Administración. En
el mejor de los casos lo están consiguiendo y solo parcialmente, a costa de un
gasto personal muy alto de los políticos. Los políticos gastan demasiado tiempo
y esfuerzo en batallas que nunca deberían librar con los habilitados
nacionales, los técnicos y los sindicatos.
Acciones
dirigidas a conseguir una dirección operativa profesional y autónoma por parte
de técnicos de la administración, puede liberar tiempo que los políticos
necesitan para preparar y ejecutar sus campañas, y al mismo tiempo contribuir a
desarrollar la eficiencia y el capital humano de la administración pública.
El punto de partida en este cuatrimestre puede
consistir en llegar a un acuerdo en el interior del gobierno y entre el
gobierno y los eventuales directivos de la administración para avanzar en este
camino.
Se ha de ir llevando a cabo una acción de reflexión y
entrenamiento sobre la práctica con un equipo profesional de dirección sobre cuestiones
como:
·
Los resultados sociales como objetivos de
una dirección operativa de la administración.
·
El servicio público y sus jerarquías de
tareas: el personal de frontera, las jefaturas administrativas, las direcciones,
la dirección superior de los políticos.
·
Relaciones ente servicios mediales y
servicios finalistas.
·
Normalización de los procedimientos operativos
y de decisión.
·
Comportamientos organizativos: colaboración/
conflicto.
Algunas de estas prácticas siguientes pueden ser, a la
vez causa y efecto de esta situación de partida y deberían forar parte del
material a reflexionar.
·
El
poder institucional del gobierno se pierde en buena parte cuando balkaniza su
organización política en concejalías funcionales para controlar los
departamentos de la administración. Ese poder solo lo podría recuperar un
“alcalde fuerte”, que es un caso poco frecuente ahora.
·
Otra
parte de ese poder se pierde por el ejercicio predominante del poder personal y
la arbitrariedad, y la falta de desarrollo de reglas y sistemas organizativos
para conseguir resultados.
·
Ni
siquiera se utiliza la virtualidad que da el marco legal a los presupuestos
anuales, al basarlos en una estructura económica del gasto y prestar poca atención
al valor que, para definir política, dirigir de modo eficaz/ eficiente y
comunicar, tiene una estructura funcional, analítica hasta el nivel de
actividad.
·
Los
políticos tienden a controlar la gestión, cuando no a ejercerla personalmente,
o por personas de confianza no profesional. Así se malgasta unos recursos
humanos de funcionarios que, normalmente, deciden por debajo de su capacidad, y
entre los que no se estimulan capacidades de dirección. Y la gestión así es
poco eficiente y de una calidad no excelente
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