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jueves, 30 de marzo de 2017

MAESTRIA






La maestría se tiene cuando una persona es capaz de reflexionar sobre lo que hace, distinguir entre buenas y malas prácticas en  función de que le sirvan o no para alcanzar sus propósitos, y, en consecuencia de ir sustituyendo las malas por buenas.

La maestría no se consigue con cursos académicos,  sino como fruto de un entrenamiento en ir evaluando lo que se hace frente a lo que se consigue, e ir experimentando nuevos comportamientos que incluyan buenas prácticas en lugar de las malas, que han apartado de los resultados perseguidos.

El “maestro” tiene que saber “leer” la situación, evaluar acciones con respecto a los resultados que producen, identificando relaciones de causalidad entre las mismas, y experimentar, en alguna forma de entrenamiento, prácticas  que producen mejores resultados, en lo necesario.

En el proceso de aprendizaje, podemos distinguir varias etapas:

·       Sensibilización, en la que la persona aprende a “leer la situación”, descubriendo, a veces, nuevas variables que puede que no haya tenido en cuenta hasta el momento.

·       Formación, en la que la persona consolida su “lectura de la situación” y aprende intelectualmente las reglas del juego que producen buenos resultados en la situación.

·       Experimentación y generalización, en la que la persona, por así decirlo, “practica las prácticas” que requieren las reglas del juego, en un entrenamiento constante, de mejora sobre las mismas en vista a los resultados.

Muchas actividades humanas, entre ellas muchas profesionales, dependen en su eficacia, de una colección de buenas prácticas en ejecución y de mantener las malas en un marco reducido.

Puede decirse que en estas profesiones, la teoría se deriva de la reflexión sobre las prácticas. No existe en ellas, racionalidad técmica que provenga de la aplicación de unos conocimientos científicos previos. Si no más bien, la eficacia profesional depende de un arte de aplicar a situaciones de incertidumbre, cambio y carácter único, una reflexión sobre lo que se practica y deducir de ello las buenas prácticas para obtener buenos resultados y, a la vez, evaluar y comprender la relación de causalidad entre las prácticas y los resultados.



En estas actividades – hay experiencias, que yo conozca en la planificación urbana, en la ejecución musical, en la práctica psicoanalítica, en orientación y consejo y en dirección de organizaciones- , el aprendizaje profesional no debe seguir pautas de disciplinas “científicas” – hay poca verdadera ciencia detrás de ellas-, sino identificar las prácticas de comportamiento relevantes, la manera de discriminar entre malas y buenas prácticas, y ejercicios de entrenamiento para desarrollar las buenas en perjuicio de las malas.

En estas profesiones se acepta que la experiencia aconseja que el entrenamiento sea permanente.

Una dificultad y limitación para este entrenamiento, radica en contar con los entrenadores adecuados, que deberían ser buenos prácticos con deseos de ayudar a otros y dispuestos a aprender, a su vez, el arte de entrenar y a profundizar en la reflexión sobre la práctica.

Después de estos casi cuarenta años de trabajo con políticos, creo que tengo suficientes vivencias para explorar cómo entrenar en la práctica política y la gobernanza.
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