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jueves, 6 de abril de 2017

UNA INVITACION A LA MAESTRIA DE LA PRÁCTICA POLÍTICA (III)



Maestria, prácticas y política mala y buena



Parecería lógico pensar que, después de casi 40 años de régimen democrático, los partidos políticos, con sus grupos institucionales en el gobierno o en la oposición, serían depositarios de una gran cantidad de material de experiencia sobre malas y buenas prácticas políticas. Pero no está sucediendo así.

Sí que es verdad que, en todos los partidos, hay localidades donde pueden observarse, acercándose, buenas prácticas que aseguran una sostenibilidad de sus resultados. Pero no suelen ser los casos normales, sino más bien “desviados”. Y también en la comparación con otras localidades con peores resultados se pueden distinguir las malas prácticas de las buenas.

Sin embargo, sus acciones formativas suelen tener muy poco que ver con las prácticas (buenas/malas), sino más bien con ideas, o con la mera ejecución de planes elaborados desde arriba. Nada que ver con la noción de maestría que hemos avanzado en la primera entrada de esta serie

Todo ello, tiene su explicación en factores que conviene identificar para saber en cada situación, lo que es posible avanzar en la obtención de la maestría en la práctica política.







Buena y mala política



Por razones, que, por simplificar, significaremos como la mentalidad, estructura y prácticas burocráticas de las organizaciones políticas – más acentuada que en otras partes de la sociedad – estas organizaciones intentan producir en sus miembros comportamientos de “soldaditos burocráticos”, dispuestos a actuar de auxiliares de sus dirigentes y ejecutores de sus consignas. Así las acciones formativas que surgen de sus secretarías de formación, escuelas y fundaciones van dirigidas a fomentar la conformidad con las consignas superiores, lo que, con frecuencia, se muestra contradictorio con la escucha profunda del votante y la elaboración de una política de abajo arriba.

La mentalidad burocrática y la competencia interna por progresar personalmente en la jerarquía burocrática, tiene como consecuencia una política en que los objetivos perseguidos son sobre todo los intereses personales de los que quieren subir la cucaña jerárquica, sin mucha preocupación por los intereses de los demás. En la medida que esta infección de mala política se va extendiendo, la organización política puede cerrarse a los intereses de su entorno significativo, y, como acaba siendo corriente en las burocracias se cierra también a que está cerrada, y se cierra a que está cerrada a percibir que está cerrada.

Y en la misma medida, la formación es más probable que se haga sobre ideas o cuestiones de ejecución operativa, prohibiéndose cualquier iniciaitva que pueda poner en causa la dinámica anterior.

Las consecuencias negativas en los resultados políticos son de todos conocidos. Parecería que a estos dirigentes burocráticos no les importarán los resultados en términos de votantes, donantes y voluntarios. En todo caso, es seguro que les importan menos que sus intereses personales.

Este sería un ejemplo muy demostrativo de que los valores priorizados determinan en que tienden a ser maestros los actores de una organización. En estas estructuras burocráticas hay verdaderos maestros de las coaliciones internas, pero a la vez ciegos por desinterés ante las coaliciones externas. 

El enfoque que sigue la maestría que proponemos adquirir responde a unos valores diferentes y a una visión del papel de las organizaciones políticas y sus miembros también diferente.

Las organizaciones políticas se conciben como orientadas a los resultados de conquista y ejercicio del poder en las instituciones, que configuran la eficacia a corto plazo – votantes, donantes, voluntarios – y a medio plazo – capacidad para leer las manifestaciones de votantes, donantes y voluntarios; de elaborar, ejecutar y difundir unas políticas acordes con esas lecturas; de generar valor público en las instituciones; de constituir y desplegar redes de activistas en apoyo de todo ello, convirtiendo en activistas a voluntarios; de poner en práctica una política financiera solvente.

Desde la normativa constitucional, los partidos políticos concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y se exige su funcionamiento democrático.

Para ir consiguiendo estos resultados, las organizaciones políticas tienen una tarea primordial que puede definirse alrededor de dos polos muy interconectados: dirigir/coaligándose, o, coaligarse/dirigiendo.

Dos notas más pueden completar esta definición general:

·       Cualquier maestro en esta práctica política, se encontrará en algún momento en conflicto con una instancia “superior” de corte burocrático, que puede pretender modificar sus buenas prácticas. La reacción burocrática será acomodarse a las consignas superiores. La del activista/líder político, será no de acomodación ni de rebeldía, sino de contribuir a la metamorfosis de las interacciones a partir de un buen dominio de la capacidad de coaligarse.

·       Conviene detenerse en diferenciar el liderazgo social que empodera grupos de ciudadanos para sus objetivos particulares, del liderazgo político que contribuye haciendo que se priorice entre intereses particulares y domina el juego institucional y consigue recursos institucionales que pone a contribución



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PROXIMA CONVOCATORIA: Formación y entrenamiento en la "Maestría de la Práctica Política"

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